Francisco López Muñoz, profesor de Farmacología y vicerrector de Investigación, Ciencia y Doctorado de la Universidad Camilo José Cela y académico de número de la Real Academia Europea de Doctores-Barcelona 1914 (RAED), firma junto a Francisco Pérez Fernández, profesor de Psicología y Criminología y Seguridad, y Heriberto Janosch González, profesor de Criminología y Seguridad, ambos en la Universidad Camilo José Cela, el artículo «La autopsia psicológica como tecnología auxiliar del análisis de conducta y la investigación policial», que publica el primer número de la revista «Logos», publicación científica del Centro Universitario de la Guardia Civil. Los tres expertos destacan la importancia que ofrece el análisis conductual en cualquier investigación criminalística.
«Tras años de confusiones y debates, el concepto de ‘profiling’ (perfilación) ha comenzado a caer en desuso para verse reemplazado por el más ajustado de análisis de conducta. En realidad, y frente a décadas de errores en la interpretación de su labor, el analista de conducta no determina el quién, sino que trata de desentrañar motivaciones en busca del cómo, el porqué y el para qué. Desde esta perspectiva técnico-tecnológica, los procedimientos de análisis conductual adquieren un importante valor criminalístico como maquinarias generadoras de hipótesis que orienten el trabajo de los investigadores de campo, siempre fundamental e insustituible, en contextos de incertidumbre. Dado que cada vez más se ha hecho patente la importancia de la comprensión del papel de la víctima en las acciones criminales, ha resurgido de entre estas técnicas-tecnologías de análisis la llamada autopsia psicológica. Tratamos de mostrar su importancia y valor de uso, a la par que proporcionar claves para ayudar al avance y consolidación de la misma en el marco del análisis de conducta y las técnicas de investigación criminal», resumen los expertos su argumentación.
Los especialistas explican que el análisis de conducta es, en realidad, una tecnología de análisis inverso que trata de generar hipótesis de investigación tentativas y nunca cerradas a partir de la información fragmentaria que proporciona un problema ya dado: el delito particular cometido tal y como se presenta. Eso hace que el analista de conducta deba responder al perfil de un profesional que, a partir de un estudio proactivo, sistemático y concienzudo de la información disponible en las diferentes instancias del proceso de investigación criminal desarrolle orientaciones y estrategias útiles al agente de campo. «Una medida saludable para el futuro del análisis de conducta debería ser, antes que pensar en qué tipo de capacidades personales debería reunir un buen analista, concretar qué conocimientos lo dotarán de una adecuada formación y especialización», explican.
Tras analizar la figura de la víctima y su papel en el esclarecimiento de cualquier caso criminal y el perfil de las posibles víctimas de éstos, López Muñoz, Pérez Fernández y Janosch González abordan el concepto de autopsia psicológica, una técnica que empezó a emplearse de una forma más o menos sistemática en la Costa Oeste de Estados Unidos a partir de la década de los años 50 del siglo pasado, particularmente en el curso de las investigaciones policiales sobre suicidios. «Cabe significar que la autopsia psicológica es un proceso de recolección de datos que permite reconstruir el perfil psicológico de una persona y su estado mental antes de que ocurriera su deceso por una causa dudosa -ya sea suicidio, homicidio, muerte accidental o causa natural-. Por ello, supone una exploración psicobiográfica tentativa de las conductas y de la vida anímica de la persona en cuestión, encaminada a esclarecer las causas de su muerte, o de su eventual desaparición. Como es lógico, el procedimiento se realiza a través de una serie de investigaciones retrospectivas, indirectas y, llegado el caso, postmortem», señalan.