Miquel Ventura, director de proyectos de la Fundación Pro Real Academia Europea de Doctores e impulsor del proyecto de observación y protección de la biodiversidad marina Silmar, presenta a la comunidad académica el artículo «El silencio de la Sexta Extinción Masiva», que complementa sus recientes reflexiones sobre el papel que tienen la Fundación y la Real Academia Europea de Doctores-Barcelona 1914 (RAED) en este obligado cambio de era en el que la humanidad se juega buena parte de su futuro.
El silencio de la Sexta Extinción Masiva
A lo largo de la historia de la vida en nuestro planeta se han producido cinco acontecimientos descritos como extinciones masivas, procesos en los que desaparecen sin descendencia entre un 20% o más de las especies a lo largo de un ciclo anual o bien un 50% o más de las especies en un periodo entre uno y tres millones y medio de años. Esto se puede observar en los sedimentos geológicos donde quedan registrados por capas lo que ha sucedido durante miles de años en una zona concreta del planeta. Podemos estar observando un sedimento horizontal con una alta riqueza de especies y de golpe, unos registros más arriba una reducción drástica de esa riqueza debido a un fenómeno natural.
La primera gran extinción que sufrió nuestro planeta ocurrió hace 440 millones de años, con el declive biológico del Ordovícico-Silúrico, que eliminó el 85% de la vida en la Tierra. Posteriormente, 80 millones de años después, un abrir y cerrar de ojos en términos geológicos, se produjo la segunda gran extinción conocida: la extinción del Devónico-Carbonífero, que barrió el 82% de la vida. Más tarde llegó la tercera extinción del Pérmico-Triásico y, 250 millones de años atrás, se llevó por delante al 96% de los seres vivos. Las últimas dos extinciones, la del Triásico-Jurásico y la del Cretácico-Terciario, que acabó con los dinosaurios entre otros, son las responsables de eliminar las tres cuartas partes de la vida planetaria, 210 y 65 millones de años atrás respectivamente. En resumen, el planeta Tierra ha sufrido un total de cinco extinciones masivas en un lapso de 380 millones de años.
El ciclo del carbono y la nueva extinción
Los más destacados ecólogos evolutivos del Museo Británico tienen claro que la nueva extinción estará relacionada con la alteración del ciclo del carbono. Su rotunda afirmación se basa en las interrupciones humanas del ciclo del carbono. Ahora nos podemos preguntar: ¿qué tiene que ver el carbono con esto? El carbono es un elemento esencial en los compuestos biológicos del planeta y entre el 45% y el 50% de la biomasa del planeta está compuesta por este elemento. Esto se basa en un equilibrio muy preciso y resulta clave para la vida: la cantidad de carbono que es producido por las plantas debe equilibrarse con el carbono que se recicla en los océanos, y es muy importante que se realice este balance o de lo contrario el desequilibrio traerá consecuencias con un efecto dominó que pueden resultar imparables.
Como parte del ciclo, el carbono se intercambia entre la atmósfera y los niveles superiores del océano. Si tenemos demasiado carbono puede superar los mecanismos de amortiguación del océano y desequilibrar el ciclo. Sin menospreciar la importancia y función del Amazonas, las selvas tropicales y los bosques del planeta para equilibrar el ciclo de carbono, no es del todo cierto que estos sean, tal como se les considera, los pulmones del planeta. Los verdaderos pulmones del planeta son los océanos que son los responsables de generar el 54% del oxígeno terrestre y de captar gran parte del CO2 que está en exceso en la atmosfera derivado de las actividades humanas.
Si miramos atrás y estudiamos la evolución de la vida en el planeta, cada vez que ha habido un acontecimiento importante en la historia de la biología también se ha producido una perturbación importante en las condiciones ambientales. Sabemos científicamente que hay una cantidad limitada de carbono que se puede emitir a la atmósfera y a los océanos en un periodo de tiempo geológico. Una vez alcanzado ese límite, existe una fase de inestabilidad que nos puede inducir a extinción masiva. En este contexto, el calentamiento global del planeta y la desestabilización de la atmosfera, sumado a otros fuertes impactos antropogénicos nos está llevando a una extinción masiva en un período de tiempo dramáticamente corto.
Indicadores de alarma
De acuerdo con los cálculos científicos del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC), publicados los diferentes informes de 2019 a 2021 y presentados en la COP26 de Glasgow, el límite de emisión de carbono atmosférico es de unas 300 gigatoneladas. Pasados estos niveles los acontecimientos ambientales y ecológicos en la Biosfera derivados del calentamiento global son desastrosos y prácticamente irreversibles a escala humana. Los datos que maneja el IPCC indican que para 2100 agregaremos a los océanos 500 gigatoneladas. Mucho más del límite calculado por los expertos y el profesor Daniel Rothamn. Este sexto evento de extinción masiva de especies ha sido bautizado como la extinción del Holoceno, una palabra que proviene del griego y significa todo lo reciente.
Otro dato espeluznante que nos descubre la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN, 2021) es que según los últimos estudios cada 20 minutos desaparece una especie de animal o vegetal en el planeta, llegando a ratios de desaparición de más de 26.000 especies anuales en los últimos 15 años. Un número alarmante y difícil de creer porque no lo vemos. En contexto es muy evidente pensar que estamos experimentando la sexta extinción masiva, sobre todo porque la tasa de extinción es 100 veces superior a las fases pretéritas.
Durante los últimos seis siglos, la humanidad ha sido la responsable de la extinción de más de 1000 especies de plantas y animales silvestres. Cada año, miles de especies desaparecen de la faz de nuestro planeta. Si además hablamos de que actualmente el 30% de los mamíferos, el 55% de los anfibios y el 18% de las aves están amenazados de extinción, no hay duda alguna de que estamos inmersos en la sexta extinción masiva. Una realidad que según académicos de la Real Academia Europea de Doctores-Barcelona 1914 (RAED) y especialistas de su Fundación es, por no decir el primero, uno de los retos más importantes a los que hoy se enfrenta la humanidad, y es que a este ritmo desaparecerán más del 50% de las especies terrestres antes del año 2050, haciendo inviable la Biosfera conocida.
Según datos recientes de la Sociedad Española de Ornitología – SEO Birdlife, en la península Ibérica más del 25% de las aves están amenazadas e incluidas en la lista roja de especies en riesgo de extinción de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN). Los datos presentados revelan que, de este listado, 22 especies dependen directamente de la gestión de la Administración española, la cual sólo ha actuado e impulsado estrategias de conservación para siete especies dentro de las cuales está el águila imperial, la pardela balear o el quebrantahuesos. Para la organización SEO BirdLife, el nivel de acción para conservar las aves españolas es «insuficiente», destacando que desde el año 2004, en el que se publicó el primer «Libro rojo del estado de las aves en España», apenas ha habido mejoras.
En este sentido y tal como apuntan los trabajos de estudio e investigación que se realizan desde la Fundación RAED a través del Proyecto Silmar y de los trabajos de los académicos de la RAED (el think tank del conocimiento integral en el marco del proyecto Retos Vitales para una Nueva Era, las causas de esta crisis de biodiversidad son múltiples y se retroalimentan. Para el caso que afecta a la pérdida de biodiversidad de las aves la contaminación atmosférica es una de las principales causas afectando al 80% de las especies que viven en la península o utilizan estos territorios para desarrollar parte de su ciclo biológico. Otras causas de origen antropogénico son la transformación de los espacios naturales, el crecimiento de las ciudades, la presencia de especies invasoras, las actividades agropecuarias y el uso de pesticidas, la presencia de infraestructuras eléctricas y, obviamente, los efectos del calentamiento global también tienen efectos adversos para la biodiversidad en general y para las aves.
Podemos evitar la Sexta Extinción
El declive de las abejas e insectos en el mundo es sin duda el mejor ejemplo de lo que está ocurriendo con la Sexta Extinción Masiva; una realidad que podemos visualizar con nuestros propios ojos para sensibilizarnos y actuar en consecuencia.
Como siempre expreso en estas líneas y en otras publicaciones, somos el origen del problema y debemos ser la génesis de la solución. En este sentido, aunque tenemos muy poco margen de reacción, sí disponemos del conocimiento suficiente para actuar de forma responsable, efectiva y colaborativa entre todos las agentes que conforman nuestra civilización global (sociedad, empresas, grandes corporaciones y administraciones públicas de todos los países del mundo). Desde la Fundación RAED trabajamos sin dilación, a través de nuestros proyectos, para alcanzar nuestro gran propósito de acción y, desde estas letras, hacemos una invitación a todos aquellos que, desde un firme compromiso, se unan a nosotros para promover el cambio social que necesitamos para afrontar los retos vitales del futuro con esperanza y con la voluntad de alcanzar la excelencia como especie y en perfecto equilibrio con la naturaleza del planeta. ¡Una verdadera utopía!
En el año 1516, el pensador, político y escritor inglés Tomás Moro (1478-1535) publicó una obra en la que describe una imaginaria sociedad perfecta, titulada «Del estado ideal de una república en la nueva isla de Utopía«. Era la primera vez que la palabra utopía se utilizaba. La palabra proviene del griego y significa «en ningún lugar». Había nacido el concepto de utopía, que desde entonces hace referencia a una sociedad ideal que no existe realmente en ninguna parte, y que por añadidura es irrealizable… ¿o no?