Anton Gasol, exdecano del Colegio de Economistas de Cataluña y académico de honor electo de la Real Academia Europea de Doctores-Barcelona 1914 (RAED), publicó el pasado 10 de abril en el diario «La Vanguardia» el artículo «El poder de la innovación», en el que hace hincapié en el nexo entre innovación tecnológica y dominación. Un concepto que puede parecer muy moderno pero que existe, como explica el autor, desde tiempo inmemorial. Porque innovación tecnológica, por ejemplo, eran los arcabuces, mosquetes y cañones que permitieron a Pizarro, con sólo 168 soldados, conquistar Perú derrotando al ejército de 30.000 efectivos del inca Atahualpa, equipados con armas rudimentarias, como explica el propio Gasol.
La innovación desarrolla un ciclo de retroalimentación, ya que todo nuevo descubrimiento, una vez asimilado por la sociedad, engendra la aparición de nuevas tecnologías que sustentan y hacen crecer la economía global. Tecnologías que hoy en día abarcan desde los teléfonos inteligentes a la posibilidad de comprar en línea con total seguridad, pasando por los avances en aparatos médicos, la producción de energía verde o, también, las nuevas técnicas de guerra híbrida.
Gasol cita un informe del Instituto Australiano de Políticas Estratégicas sobre 44 tecnologías que cubren la práctica totalidad de los campos tecnológicos cruciales -defensa, espacio, robótica, energía, medio ambiente, biotecnología, inteligencia artificial, materiales avanzados y áreas clave de tecnología cuántica- e identifica los países, universidades y empresas que lideran la innovación científica y de investigación para dominar esas tecnologías críticas. Según ese informe, China lidera la innovación en 37 de las 44 tecnologías, mientras que Estados Unidos, en segundo lugar, encabeza la lista en la computación cuántica y de alto rendimiento y las vacunas. A gran distancia, el resto de países del mundo.
«El siglo XXI va a ser el siglo de los imperios, como el siglo XIX lo fue de las naciones. El imperio estadounidense y el imperio chino van a ser los protagonistas, con el océano Pacífico como testigo de sus confrontaciones (por ejemplo, Taiwán). En una democracia liberal la legitimidad del poder no depende esencialmente de su eficacia, sino del control institucional. Para el Partido Comunista Chino, dominado por la centralidad ideológica de una sola persona, Xi Jinping, el orden de la ecuación política fundamental es precisamente el inverso», concluye el articulista.