Teresa Freixes
Catedrática Jean Monnet ad personam, presidenta de Citizens Pro Europe y académica de número y vicepresidenta de la Real Academia Europea de Doctores-Barcelona 1914 (RAED)
Teresa Freixes, catedrática Jean Monnet ad personam, presidenta de Citizens Pro Europe y académica de número y vicepresidenta de la Real Academia Europea de Doctores-Barcelona 1914 (RAED), participa en la obra «Libro negro del nacionalismo» (Deusto), a la venta desde el pasado mes de diciembre, con el artículo «Asalto a la universidad», en el que explica desde la propia experiencia la utilización de las instituciones universitarias como organismo de construcción nacional por parte de los sectores soberanistas. En la obra participan algunas de las voces más relevantes y combativas contra el ‘procés’, desde reconocidos periodistas o historiadores a juristas, artistas y pensadores de reconocido prestigio, grandes conocedores de la realidad catalana.
«La universidad ya fue concebida como una estructura de ‘recatalanización’ en el documento de los años 80 que describía cómo conseguir que en Cataluña todo estuviera armonizado en torno a las ideas básicas de ese nacionalismo que pensábamos se había integrado inteligentemente en el sistema constitucional. Lo pensábamos, aunque hemos descubierto que el ‘ahora paciencia y mañana independencia’, aunque lo cantaran cuatro que considerábamos desubicados estaba impregnando el alma máter de lo que ha venido después, cuando el nacionalismo otrora disimulado ha mutado en algo parecido al totalitarismo, por su afán de impregnar a toda la sociedad, en todos sus resquicios, instituciones o grupos», inicia la académica su reflexión.
Freixes señala cómo los intelectuales y la universidad han tenido a lo largo de la historia reciente un papel fundamental en la consolidación de procesos totalitarios a menudo sin ser conscientes de ello. En este sentido, la académica y vicepresidenta de la RAED hace referencia a ese documento que ejerció de guía del soberanismo desde el primer Gobierno de Jordi Pujol, «Programa 2000», que ya establecía la finalidad de estimular el sentimiento nacional catalán de los estudiantes y profesores y promover el uso de la lengua en todos los ámbitos de la actividad académica y de investigación, la promoción y ayuda a la creación de universidades privadas especialmente de iniciativa social arraigada al país, creación de estudios y materiales de todo tipo en catalán y con una perspectiva catalana, creación de consorcios y organizaciones de ámbito catalanista e instaba a «velar» por la composición de los tribunales de oposición.
Asimismo, señala cómo ni la autonomía universitaria ni el actual marco legal catalán legitiman las actuaciones que se han visto en los últimos años. «Hemos visto como los claustros de distintas universidades realizan proclamas políticas que no tienen nada que ver con las competencias que tienen atribuidas y que, inmediatamente después de obtenerse una sentencia del Tribunal Supremo, en la que se afirma la necesaria neutralidad institucional de la universidad, los rectores hicieron un magnífico posado en un acto convocado por Òmnium Cultural, exhibiendo sendas pancartas que solicitaban la amnistía para los condenados por sedición», explica la catedrática.
«La ley catalana de Universidades de 2003, por su parte, siguiendo el criterio de singularizar todo lo posible a la universidad catalana, con la intención de diferenciarla en todo lo posible de la universidad española, creó categorías de profesorado permanente, mediante contratos laborales asimilables a las figuras de profesor titular y catedrático reguladas en la ley española, al mismo tiempo que la Generalitat, con la complicidad de las universidades, ha obstaculizado en todo lo posible la creación de plazas funcionariales fundamentadas en criterios de igualdad, mérito y capacidad», concluye la académica.