Daniel Turbón, catedrático emérito de Antropología Física de la Universidad de Barcelona y académico de número de la Real Academia Europea de Doctores-Barcelona 1914 (RAED), participó los pasados 19 y 20 de marzo en Roma en la XXIV Conferencia Internacional de Investigación, que en esta edición estuvo dedicada a la «Naturaleza Humana, Alma y Cuerpo», con la conferencia «The distinctive character of human being in evolution». La cita está organizada de forma conjunta por el Centro Maritain de la Universidad de Notre Dame de Chicago y la Pontificia Universidad de la Santa Cruz de Roma.
A la Conferencia asistieron filósofos y científicos de diversos países y nacionalidades. Las secciones trataron sobre la Perspectiva Histórica y Cultural, la Metafísica y Epistemología, la Psicoantropologia y la Evolución Humana. Fue en esta última donde Turbón participó ofreciendo un panorama actualizado de la evolución fundamentado tanto en la biología molecular como en el registro de fósiles humanos. «El estudio de las piedras talladas en tiempos paleolíticos, aunque aún valioso, se ha devaluado, ya que algunas de las llamadas culturas prehistóricas podrían tratarse simplemente de tecno-complejos; hoy el estudio comparado de cadenas de ADN de la diversidad genómica humana, así como las extraídas de huesos y dientes antiguos, casi se han estandarizado y proveen abundante información, como la presencia del gen regulador FOX-P2 en los Neandertales. Es decir, el gen que regula la capacidad del habla humana originada en nuestro cerebro», señaló el académico en su intervención.
La segunda idea en la que incidió Turbón es la de la interacción entre biología y cultura. «El ser humano ha generado una adaptación extracorpórea, la cultura, que le permite sobrevivir acumulando y transmitiendo información no inscrita en el genoma, sino circulante en el grupo social. Así se explica la desaparición de grandes culturas de la Historia, pero no el genoma de los descendientes de quienes las construyeron. E igualmente se explica la aparición de nuevas culturas, más avanzadas».
Otros temas derivados del desarrollo de la arqueología molecular son los denominados Eva mitocondrial y Adán cromosómico. Como conceptos genéticos, muy popularizados por los medios de comunicación y por la llamada ciencia popular, no siempre se comprenden bien. De ahí que Turbón clarificase estos conceptos: «La Eva mitocondrial, que evoca intencionadamente la Eva bíblica, fue una única mujer pero no es siempre la misma, lo que siembra confusión; además, tampoco fue la única mujer existente. Sucede lo mismo con el Adán cromosómico. El promedio del reloj molecular, calculado mediante las cadenas de ADN de la diversidad humana actual, data en medio millón de años el origen de los humanos actuales».
Otra cuestión fundamental a la que el académico trató de dar respuesta es la de desde cuándo hay humanos: «No hay otra respuesta que desde que se detectan indicios de racionalidad, la cualidad o el hecho claramente diferencial de lo humano frente a lo meramente animal. La racionalidad se detecta, en el registro arqueológico, por la persistencia y diversidad geográficas de conjuntos de piedra tallada con asimetría, que reflejan la mano directora, el uso del fuego, el cuidado de los heridos y el creciente alargamiento de las fases del crecimiento y desarrollo humanos, detectados en los esqueletos fósiles».
«La evidencia más antigua de uso recurrente del fuego por humanos, el único animal que lo manipula y lo transmite, se encuentra actualmente en la cueva surafricana de Wonderwerk y está datada en un millón de años. Hacia 1,77 millones está probada la existencia de altruismo, un comportamiento que excede mucho al observado en otros animales, en el caso de un humano que sobrevivió a la pérdida de toda la dentición en vida y debió ser alimentado y cuidado. Finalmente, hay dos fases de la ontogenia humana que son sólo humanas: la niñez y la adolescencia. Inscritas genéticamente, reflejan la larga historia humana de la enorme inversión humana en la educación social, cuyo resultado es la capacidad de comportamientos complejos, flexibles y versátiles, no inscritos genéticamente», concluyó Turbón.