Joaquín Callabed, presidente del Club de Pediatría Social, académico correspondiente de la Real Academia de Medicina de Cataluña y académico de número y vicepresidente de la Sección de Ciencias de la Salud de la Real Academia Europea de Doctores-Barcelona 1914 (RAED), aborda diversos aspectos sobre la Bioética y los aspectos sociológicos e históricos de la Medicina y la Pediatría en cuatro artículos publicados en las secciones «Lectores expertos» y «La mirada del lector» de la edición digital del diario «La Vanguardia», de cuya comunidad de lectores forma parte activa. Se trata de «La casita de la resiliencia de Stefan Vanistendael», «Principios bioéticos en Medicina», «Interpretando a Santiago Ramón y Cajal» y «El decálogo bioético de Jean Bernard», que se publicaron entre los pasados 14 de octubre y 29 de noviembre y que Callabed comparte con la comunidad académica.
En «La casita de la resiliencia de Stefan Vanistendael», el académico comparte su visita a este reconocido sociólogo neerlandés, difusor del concepto de «resiliencia» junto a Michel Manciaux y Jacques Lecomte, y autor de obras de referencia como «La resiliencia o el realismo de la esperanza», «La felicidad es posible», junto a Lecomte, o «Despertar en niños maltratados la confianza en sí mismos: construir la resiliencia». Es, además, el creador del gráfico «La casita de la resiliencia». En este sentido, señala la definición que el propio Vanistendael le ofreció de la resiliencia: «La capacidad de la persona, grupo o comunidad, de superar dificultades y continuar el crecimiento positivo frente a dificultades muy graves. La dificultad revela los recursos interiores que no conocía la persona. Está comprobado que la calidad de relación humana, la autoestima, el desarrollo de las competencias, las redes sociales y el humor aportan soluciones a las personas en dificultades. Somos drogadictos del cambio rápido y la educación del niño necesita tiempo».
Vanistendael también define su casita: «Al principio, la casita fue una herramienta de comunicación para presentar de manera comprensible la resiliencia. Después se empezó a utilizar la casita como una herramienta para acompañar los procesos de creación de resiliencia. De este modo, esa casita se ha ido transformando en un modelo cualitativo de elementos de resiliencia, como la aceptación fundamental de la persona, el humor constructivo, la búsqueda de sentido. Se trata de una pequeña casa compuesta de varios pisos y habitaciones. Cada parte se refiere a un campo de intervención posible para la construcción o el mantenimiento de la resiliencia. Los cimientos representan las necesidades materiales básicas, como la comida y los cuidados de salud. La planta baja está formada por los vínculos y las redes sociales. En la primera planta se encuentra la capacidad para buscarle sentido a la vida. En la segunda planta hay varias habitaciones: la autoestima, las aptitudes personales y sociales, y el sentido del humor. En la buhardilla hay una habitación abierta para las nuevas experiencias por descubrir».
Por otra parte, en «Principios bioéticos en Medicina» reflexiona sobre los límites éticos de la medicina actual y, como experto en la materia, fija los grandes principios de la bioética, una disciplina joven, pero asumida por la comunidad médica. «Existe una cierta confusión entre los fines de la Medicina y los objetivos de la misma. Se piensa que lo más importante es vencer la muerte y que, con la tecnología adecuada, se puede superar cualquier enfermedad. El sesgo dirigido a la curación, siendo muy importante, puede ser también costoso, arriesgado e incierto. Puede desembocar en algunos momentos en una progresiva escasez de recursos y hasta una profunda crisis ética. Solo es ético lo que es científico, lo que no significa que todo lo científico sea ético. Como dice el radiólogo Maurice Tubiana, ‘hay que respetar las raíces de nuestra cultura que son la objetividad y la prudencia, y poner a prueba las decisiones adoptadas sabiendo que las verdades son temporales porque siempre son perfectibles'», señala.
En «Interpretando a Santiago Ramón y Cajal», Callabed recupera la figura del Nobel español que tanto ha estudiado, en particular en sus años de formación, para explicar su visita al centro de interpretación sobre la figura del científico en el municipio oscense de Ayerbe. «Mis pasos se dirigen al número 19 de la calle Nueva, donde Santiago Ramón y Cajal pasó nueve años de su vida en un reducido piso de una casa de tres plantas, que compartían con dos familias y tenían un corral común. Justo Ramón Casasús, padre de Ramón y Cajal, la alquiló en 1860 y allí vivió ‘Santiagué’ hasta que a los 17 años fue a vivir en Zaragoza siguiendo los destinos profesionales de su padre. En el Centro de Interpretación se muestra el patrimonio intacto de un gran personaje. Escribió así Ramón y Cajal sobre su padre Justo: ‘Honestidad con la que sirvió mi padre, honestidad connatural, en los hombres de la montaña, pues se lleva tan adentro que se arrastra por la vida desde la cuna a la tumba'», explica.
Finalmente, en «El decálogo bioético de Jean Bernard», el académico rememora la figura del expresidente de la Academia Nacional de Medicina Francesa y del Comité Nacional de Ética de Francia. «Decía que la Medicina le había permitido hacer compatible el humanismo y su gusto por la ciencia. Amigo de Paul Valéry y Jules Romains, ocupó el sillón 26 de la Academia Francesa sustituyendo a Marcel Pagnol. De sus enseñanzas y aportaciones a la Bioética tenemos su Decálogo Bioético«, señala. Callabed recuerda cómo gracias a él, los comités de Bioética están formados por filósofos, sociólogos, asociaciones familiares, juristas, parlamentarios, médicos, biólogos, investigadores, bioeticistas titulados y las personas implicadas y necesarias para el caso que resolver.