Joaquín Callabed
Presidente del Club de Pediatría Social, magister en Bioética por la Universidad Complutense de Madrid y académico de número de la Real Academia Europea de Doctores-Barcelona 1914 (RAED)
Joaquín Callabed, presidente del Club de Pediatría Social y académico de número de la Real Academia Europea de Doctores-Barcelona 1914 (RAED), presenta las siguientes reflexiones sobre los problemas bioéticos que ha hecho aflorar la actual pandemia de la Covid-19.
Bioética y deliberación
La bioética se define como «la salvaguarda de la prudencia y responsabilidad para épocas difíciles, para las circunstancias que amenazan a lo humano» y reflexiona sobre los avances científicos y por la repercusión de las últimas tecnologías que se han desarrollado sobre el origen de la vida (herencia, manipulación genética, clonación, reproducción asistida, anticoncepción, derechos del menor) y también al final de la vida (soporte vital, redefinición de la muerte, trasplantes, ingresos en Unidades de Cuidados Intensivos…).
La bioética es un camino necesario a recorrer. Hay que integrar los valores en la toma de decisiones para mejorar la calidad de los actos médicos. Paul Ricoeur, filósofo y antropólogo (1913-2005) dice que la ética es «la mirada de una vida buena, con y para los otros».
Todo médico y sanitario tiene que explorar, diagnosticar, pronosticar y tratar, pero además debe “integrar los valores en la toma de decisiones con el fin de mejorar la calidad de los actos médicos”. Hay que poner guías a los cambios tecnológicos excepcionales que vivimos. Es necesario deliberar.
Pautas de deliberación
La Real Academia Española de la Lengua define la bioética como «la consideración atenta y detenida de los pros y contras de los motivos de una decisión antes de adoptarla y la razón o sinrazón de los votos antes de emitirlos». Las éticas de la deliberación datan del sociólogo Max Weber (1864-1920), pero ha sido Diego Gracia quien las ha adaptado a nuestra realidad sanitaria y social.
Se recomienda capacitación académica reconocida para asumir las responsabilidades de los temas que se debaten. Distinguir entre información y conocimiento reglado de los deliberadores. Capacitación académica reconocida para asumir las responsabilidades de los temas que se debaten. Buena voluntad y búsqueda de la verdad. Cierto grado de humildad y modestia intelectual. Capacidad de persuasión. Deseo de entendimiento y comprensión de la situación, para lo que se precisa una información total y objetiva. Escucha atenta e intercambio de opiniones y argumentos, es decir deseos de empatizar y dinamizar. Respeto a los otros cuando se esté en desacuerdo y tener claro que la discrepancia no debe interpretarse como enemistad.
Se precisan conocimientos, habilidades y ciertos rasgos de carácter es decir talento y talante. Ausencia de actitudes manipuladoras o coactivas que pervierten el debate. Es preciso la virtud de cada uno y la prudencia de todos, convirtiéndose en un proceso educativo continuo. Cooperación y colaboración en equipo (confianza, sinceridad, lealtad, sentido de grupo). Análisis público y crítico de los puntos de vista. Búsqueda de consenso legítimo y aceptación de disenso justificado. No asumir la infalibilidad e inmutabilidad de las decisiones tomadas. Ajustarse al marco legal vigente, aunque la ética pueda desbordarlo (no sólo hay que aspirar a lo legal hay que aspirar a lo óptimo).
La decisión tomada debería soportar tres pruebas:
1. La prueba de la legalidad: ¿es legal la decisión?
2. La prueba de la publicidad: ¿estarías dispuesto a defenderla públicamente?
3. La prueba de la consistencia temporal: ¿tomarías esta decisión caso de esperar algunas horas o unos días?
Diego Gracia indica que «la verdad no es tanto algo que se alcanza o se posee, cuanto un camino, un modo de ser o de vivir en continua e inagotable búsqueda». Albert Camus, ensayista, filósofo y novelista (1913-1960), nos dejó una reflexión sobre la ética: «Cuando la ética se diluye en la ideología y entra en la rueda de la política todas las peores opciones son posibles».