Miquel Ventura, director de proyectos de la Fundación Pro Real Academia Europea de Doctores e impulsor del proyecto de observación y protección de la biodiversidad marina Silmar, presenta a la comunidad académica el artículo «Afrontar la gestión del agua en el Mediterráneo», que complementa sus recientes reflexiones sobre el papel que tienen la Fundación y la Real Academia Europea de Doctores-Barcelona 1914 (RAED) en este obligado cambio de era en el que la humanidad se juega buena parte de su futuro.

Afrontar la gestión del agua en el Mediterráneo

La escasez de agua dulce en la cuenca del Mediterráneo es un factor limitante que determina la capacidad de progresar de nuestra sociedad por factores como el modelo de desarrollo, los usos del suelo y el cambio climático, que afecta a la disponibilidad del agua como recurso. En este sentido, las tierras dedicadas a la agricultura en el área mediterránea utilizan el 80% de las disponibilidades hídricas para regar unos 16 millones de hectáreas de suelos anhelosos de agua. Se calcula (FAO, 2020) que para el año 2035 existirá un incremento de 11 millones de hectáreas, que necesitarán anualmente 100.000 millones de metros cúbicos de agua que, aun considerando la puesta en marcha de sistemas de ahorro y eficiencia, en la agricultura llagará a una situación de colapso por la no disponibilidad de agua de calidad.

En las ciudades costeras, el incremento previsto del consumo de agua dulce será del orden del 400% en el sur y el este de la cuenca. Globalmente, 12 países ya usan ahora el agua por encima de sus capacidades, entre ellos España, Francia, Grecia e Italia, y dentro de 20 años serán muchos otros países que se encontrarán en esta misma situación. (Jean Margat: «L’eau dans le bassin Méditerrané», París, Economic Press, 1992).

Otro problema antropogénico es la disminución de la superficie de tierra útil cultivable en las llanuras litorales. Así, la reducción del agua disponible, el cambio de usos del suelo y su impermeabilización artificial, contribuyen a su salinización, empobrecimiento y desertificación. Otros efectos que tener en cuenta son la reducción del caudal de agua de los ríos por sobre explotación y la disminución del régimen de lluvias anuales, así como de la construcción de presas con la consecuente pérdida de sedimentos, estimado en unos 300 millones de toneladas/año. Esto genera suelos agrícolas menos productivos, una reducción de las zonas húmedas litorales con una pérdida significativa de la biodiversidad y también la regresión de las zonas deltaicas.

Embalses de Mequinenza y Riba-roja de Túria en la frontera de Aragón con Cataluña

La construcción desde los años cincuenta de los embalses de Mequinenza y Riba-roja de Túria en la frontera de Aragón con Cataluña, han disminuido la aportación de sedimentos en los tramos finales del río desestabilizando el delicado ciclo natural que mantenía el delta del Ebro en crecimiento. Hoy está el delta está en franca regresión generando una pérdida importante de capacidad del uso del agua dulce, una reducción muy significativa de la superficie de tierras cultivables y aumentando la vulnerabilidad del sistema deltaico que va desapareciendo. Foto: Miquel Ventura Monsó – Fundación RAED

Actualmente, se considera que una tercera parte de las tierras cultivables de la cuenca mediterránea están afectadas por un proceso de agravamiento erosivo difícil de frenar. Además, en las costas del sur y este del Mediterráneo y también en España existe un mal empleo de las técnicas de irrigación en zonas con escasos recursos hídricos donde se cultivan de forma intensiva especies agrícolas poco sostenibles que favorecen la eutrofización y la salinización de los acuíferos.

Finalmente, el urbanismo caótico y desordenado del suelo costero mediterráneo, especialmente en España, para crear viviendas, zonas industriales, carreteras e infraestructuras diversas es patente y generalizado desde hace décadas. Esta realidad hipoteca la capacidad del uso eficiente y sostenible del territorio reduce la calidad ecológica de la tierra y el valor del suelo, del medio ambiente en general y de la disponibilidad de recursos tan importantes y esenciales como el agua y el paisaje.

En este contexto los efectos del cambio climático en la cuenca mediterránea se advierten fundamentalmente en la disponibilidad real de agua dulce, con una reducción prevista de los recursos de entre un 15 y un 20% en el año 2050 con respecto a los niveles medios del siglo pasado. Así lo han manifestado científicos que trabajan sobre los efectos del clima desde el Centro de Cooperación para el Mediterráneo de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN/Med-Málaga) con motivo de la Cumbre del Clima celebrada en Madrid (COP25) en noviembre de 2019.

El agua dulce también está muy vinculada al uso y transformación del suelo litoral disponible que ocupamos físicamente y que también es un recurso limitado. Así, de los 46.000 kilómetros de perímetro que tiene la cuenca mediterránea, más de una tercera parte (unos 16.000 km), están transformados y se prevé que en el año 2035 la promoción de actividades asociadas a planes de desarrollo mal planificados como el turismo de masas, la urbanización intensiva y la industria sin ciclo cerrado o contaminante ocuparán 4.000 kilómetros más de los que ya están hipotecados de forma irreversible. El agua dulce es un recurso natural extremadamente valioso para la supervivencia ecológica del Mediterráneo, para la salud y bienestar de sus habitantes, para el desarrollo de todos sus sectores económicos (agricultura, turismo, industria, etc.) y para el funcionamiento de hábitats y ecosistemas costeros como las montañas, los ríos, los deltas y, entre otros, las zonas húmedas litorales.

Ríos y pantanos. Agua dulce en el entorno natural

Garantizar la permanencia y estabilidad del agua dulce en el entorno natural es un reto principal que debemos ser capaces de afrontar hoy y en el futuro. Mantener el equilibrio entre el uso del agua como recurso y mantener el agua como medio en niveles ecológicos óptimos es vital para la pervivencia de estos ecosistemas. El río es fuente de vida para los pueblos que se han desarrollado con éxito a lo largo de los años, hoy el mantenimiento y conservación de estos parajes son esenciales para la sociedad y los sectores productivos como la agricultura y el turismo que dependen directamente de la calidad ambiental del medio fluvial. Foto: Miquel Ventura Monsó. Fundación RAED.

Actualmente, la gestión eficaz del agua como medio y como recurso sigue siendo insuficiente y está más orientada a cubrir la demanda y al control de calidad a través de parámetros fisicoquímicos como un recurso básico para el desarrollo y la salud humana. Aunque, la legislación europea (Directiva Marco del Agua 60/2000) ya contempla la gestión del agua desde una visión más ecosistémica y holística a través de biodindicadores de calidad ecológica, dista mucho de poder cumplir con los objetivos del milenio en el horizonte 2030 y es un desafío prácticamente inalcanzable para los países mediterráneos no europeos del norte de África.

A través del desarrollo del proyecto Retos Vitales para una Nueva Era estamos observando, a través de la lectura y análisis de artículos científicos y otras publicaciones de calidad, que se está produciendo un cambio gradual en la cultura del agua y de su uso por parte de los países del Mediterráneo que tiende a ser más conservador y respetuoso por los riesgos que implicará no hacerlo a medio y largo plazo. Esto se traduce en una nueva forma de gestión enfocada a la sostenibilidad con la voluntad de alinearse al máximo con los 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) del milenio que, directa e indirectamente, tienen que ver con la utilización y gestión del agua como medio y como recurso. Concretamente, la gestión del agua influye en ODS6 (agua limpia y saneamiento), el ODS1 sobre la pobreza, el ODS3 sobre bienestar y salud, el ODS12 de producción y consumo responsable, el ODS11 de ciudades y comunidades sostenibles y también con el ODS15 sobre la vida de los ecosistemas terrestres. Es notorio que la manera en que se gestiona el agua influye de manera directa y transversal en la capacidad de los pueblos y sus naciones a desarrollarse de manera óptima, sana y sostenible. A nivel ecosistémico, la óptima gestión del agua como medio requiere la modulación de la oferta a largo plazo en función de la capacidad del ecosistema de ofrecerla y de usarla de forma sostenible.

El agua es para todos los países del Mediterráneo y para gran parte del mundo globalizado un recurso limitante y escaso que hay que gestionarlo de modo inteligente y ética. En este aspecto, las nuevas normativas y estrategias de conservación se están incorporando indicadores de sostenibilidad en todo el ciclo de su uso e integran aspectos cada vez más exigentes la eficiencia del uso y en la gestión de su calidad cuando se devuelve al medio natural. Estas nuevas estrategias de gestión requieren el fortalecimiento del gobierno del agua y la adopción de una gestión integrada de los recursos hídricos tanto a nivel nacional como transnacional. Es por ello que desde la Fundación y la Real Academia Europea de Doctores-Barcelona 1914 tenemos el compromiso de trabajar en enseñar y divulgar la nueva cultura del agua para contribuir a crear una sociedad humana que camina hacia la excelencia.

Para saber más

  1. Margat, J.: «L’eau dans le bassin Méditerrané», París, Economic Press, 1992.
  2. Escasez de agua | Decenio Internacional para la acción «El agua, fuente de vida» 2005-2015
  3. UN-Water | Coordinating de UN’s work on water and sanitation
  4. Abordar la escasez y la calidad del agua | UNESCO
  5. Explained | World’s Water Crisis | FULL EPISODE | Netflix