José Mª Gay de Liébana
Profesor de la Facultad de Economía y Empresa de la Universidad de Barcelona
Académico de número de la Real Academia Europea de Doctores-Barcelona 1914 (RAED)
Si el maldito patógeno fustiga a la población, el Gobierno, con su nefasta gestión, está poniendo la soga en el cuello a la economía española. No andaba errado el otro día, cuando dije que las medidas económicas anunciadas por el Gobierno eran una tomadura de pelo. Ahora, no obstante, en honor a la verdad, rectifico: la respuesta económica del Gobierno constituye una tomadura de pelo elevada al cuadrado. Quizás algún incauto imaginaba que el Gobierno pondría aquellos 100.000 millones de euros de avales para garantizar préstamos a empresas y autónomos de golpe encima de la mesa, a modo de analgésico para nuestra enfermiza economía. De eso, nada de nada. De los hipotéticos 100.000 millones, la cosa, de momento, se queda en una calderilla de 20.000 millones de euros, con sólo 10.000 para pymes y autónomos… Algo así como el chocolate del loro, a la vista de la magnitud del cataclismo económico.
La economía española se encuentra ante una encrucijada: Goldman Sachs apunta a una caída del 9,7% de nuestro PIB para 2020 -en función del confinamiento y de la crisis- y un déficit público del 10%, que superaría sobradamente los 100.000 millones de euros. Pese a la emergencia económica, Hacienda exige a autónomos y empresas que coticen religiosamente este mes de marzo, espetando que para eso sirven las líneas de liquidez que se ponen en marcha y que habrá que tramitar. Para más inri, con el confinamiento es complicado cumplir con los procedimientos tributarios y pagos de impuestos. Sobrevuelan los recargos y sanciones, amén de la caótica gestión de los ERTE. En términos vulgares, diríamos que el Gobierno manda al carajo al tejido empresarial y enciende la mecha para que la economía española arda. ¿Por qué? Volvemos a lo ya indicado días atrás: no hay maniobrabilidad fiscal para hacer frente a esta crisis abruptamente sobrevenida.
El Banco de España recrimina en su último informe, de esta misma semana, algo sobre lo que venimos insistiendo in illo tempore (1): se han desaprovechado los años de recuperación económica para contar con colchón presupuestario que, en este trance, amortiguara el impacto de la crisis vírica y, al gastar más de lo que se debiera, el descuadre de las cuentas públicas nos ahoga; en 2020, el déficit público será morrocotudo. Verbigracia, la posibilidad de dar un giro al sistema financiero de la Seguridad Social, con un déficit en 2018 de 17.000 millones de euros, se difumina. Los expedientes de regulación temporal de empleo no cesan, el paro agonizará, las cotizaciones sociales van a disminuir, se intuyen cierres empresariales y el empleo no tan sólo no crecerá, sino que caerá. Súmese los aumentos de las pensiones. El déficit de la Seguridad Social, como el del resto del conjunto de las Administraciones Públicas del Estado, será comprometido.
Como economista me hago eco del pronunciamiento del Consejo General de Economistas, que reprocha al Gobierno su falta de sensibilidad con empresas y profesionales, con la que está cayendo, al poner en jaque la supervivencia de cientos de miles. Una manera muy sencilla de otorgar liquidez a nuestras empresas, para capear el temporal, sería ampliando e incluso exonerando el pago de impuestos y cuotas de la Seguridad Social. Además, ya no sólo es falta de escrúpulos, sino un ataque frontal para las empresas que, contra viento y marea, están intentando mantener actividad y sosteniendo personal, sin ajustar plantilla en esta perturbación pandémica, que se les obligue a pagar puntualmente impuestos y aportaciones empresariales a la Seguridad Social. Otrosí, es un despropósito en estos momentos que Hacienda reitere que el plazo para la presentación del IRPF empieza la semana que viene, cuando sí se están desplazando los plazos mercantiles. Seguimos, pese a los días críticos que ya llevamos a causa del flagelo de la pandemia tanto por el lado humano como en su vis económica, sin que se dé una reacción cabal por parte de nuestras autoridades. La supervivencia empresarial, en estas circunstancias, constituye todo un reto.
(1) España se escribe con E de endeudamiento, Deusto (2012). Crisis, déficit y endeudamiento, RAED (2014). ¿Dónde estamos?, Deusto (2015)