Barry Barish, premio Nobel de Física en 2017, profesor emérito de física del Instituto de Tecnología de California y académico de honor de la Real Academia Europea de Doctores-Barcelona 1914 (RAED), protagoniza una amplia entrevista publicada el pasado 5 de julio en el suplemento «Papel» del diario «El Mundo» en la que reflexiona sobre los límites de la ciencia y sobre las puertas del conocimiento del universo que deja su descubrimiento de las ondas gravitacionales que le valieron el Nobel. Barish ha sido uno de los miembros del jurado de los Premios Rey Jaime I que otorga la Generalitat valenciana.
El académico explica cómo consiguió detectar esas ondas de cuya existencia ya había advertido Albert Einstein. «Una vez se probó la teoría de Einstein, detectar las ondas gravitacionales se convirtió en un problema experimental. Son indetectables con las reglas modernas. Por tanto, había que romper la regla y encontrar la forma en que la naturaleza genera ondas gravitacionales y que nosotros podamos detectar. Nosotros tuvimos muchísima suerte porque encontramos la fuente principal: una colisión de agujeros negros hace 1.300 millones de años. Nunca se había visto ni calculado, pero significaba que el fenómeno tenía que existir. Desde entonces, la señal ha estado llegando a la Tierra, y ha sido ahora cuando teníamos algo que la podía detectar. Su efecto es increíblemente pequeño, y de ahí la dificultad. Llevábamos 20 años construyendo y perfeccionando el aparato, pero sin ver nada. En septiembre de 2015 lo encendimos y rápidamente vimos el efecto del agujero negro. Uno de mis colegas tuvo un momento eureka. El mío fue más de pánico. Era un detector nuevo y me preguntaba si no habíamos hecho algo mal», explica el científico.
Barish considera que gracias a la detección de estas ondas gravitacionales será posible conocer los primeros instantes del universo tras el Big Bang. «Todo lo que sabemos del universo incipiente viene de las ondas electromagnéticas. Ahora bien, las primeras observaciones que tenemos con estas ondas son de 400.000 años después del Big Bang. Como las ondas gravitacionales no se absorben, si midiéramos las que se originaron en esos primeros instantes, podríamos viajar al principio del universo. No sabemos cómo, pero lo haremos. Se tardará más de lo que me queda de vida. Pero sabemos que es posible. Seguramente con otro tipo de tecnología», señala.
El Nobel concluye la entrevista con una reflexión sobre los peligros de la ciencia ante avances como la inteligencia artificial. «El miedo es razonable, existe un peligro, pero eso no significa que no debamos avanzar. El ejemplo más dramático es la bomba atómica: los científicos la crearon y la sociedad no supo manejarla. No hay garantías de que sepamos manejar los avances científicos. Sin embargo, hay que darse cuenta de que la inteligencia artificial tiene una limitación. Puede jugar al ajedrez mejor que nosotros e igual escribe un artículo, pero no puede razonar. Nosotros razonamos para tomar decisiones, y esto no lo puede hacer la inteligencia artificial. Es una herramienta que puede hacer tareas. Claro que se puede usar para el mal, pero no significa que nos vaya a reemplazar», afirma.
Un año después de ser reconocido por la Academia Sueca, Barish ofreció en el CosmoCaixa de la Obra Social La Caixa la conferencia «Ondas gravitacionales: de Einstein a una nueva ciencia», con la colaboración de la RAED. Barish fue uno de los grandes artífices de la demostración empírica de la existencia de estas ondas, que ya predijo Einstein en 1916. Casi un siglo después, el 14 de septiembre de 2015, los dos interferómetros del Observatorio de Ondas Gravitacionales por Interferometría Láser, que dirigía el académico de honor de la RAED, captaron por primera vez esas ondas gravitacionales procedentes de la colisión de dos agujeros negros. Y en agosto de 2017, otras generadas por la fusión de dos estrellas de neutrones. Barish recibió también el premio Princesa de Asturias 2017 por su trabajo sobre las ondas gravitacionales junto a Kip Thorne y Rainer Weiss, con quienes recibió asimismo el Nobel.