Francisco López Muñoz, profesor de Farmacología y vicerrector de Investigación, Ciencia y Doctorado de la Universidad Camilo José Cela y académico de número de la Real Academia Europea de Doctores-Barcelona 1914 (RAED), publicó en el número 499 de la ya centenaria «Revista de Occidente», correspondiente al pasado mes de diciembre, el artículo «La ciencia al servicio del mal», en el que aborda el debate entre buena y mala ciencia, abierto en pleno siglo XX, una vez que en los Juicios de Nuremberg se certificó el horror en el que habían participado destacados científicos alemanes experimentando con seres humanos sin tener en cuenta su dignidad, su salud e incluso sus vidas. Unas prácticas que se han ido repitiendo desde entonces pese al rechazo social.
«Racismo antropológico, somaticismo médico, persecución del anormal o del extraño… son algunos de los elementos amalgamados en el ideario nazi. Así, la experimentación médica (al igual que otras ramas de la ciencia) se convirtió en una herramienta más de poder político y control social, con connotaciones militares cada vez más evidentes. El inicio de la Segunda Guerra Mundial fue crucial en este sentido, pues los jerarcas nazis vieron en la investigación una herramienta de primera línea para mejorar las conquistas bélicas y reducir las consecuencias negativas en sus tropas, como traumatismos, enfermedades y epidemias. Y, en este punto, los campos de concentración constituyeron una fuente de ‘seres inferiores’ y personas ‘degeneradas’ que podían (y debían) ser utilizados como sujetos de investigación. Al doblegarse a los designios criminales del poder, la ciencia alemana perdió toda dignidad y proyección», explica el académico.
A lo largo de un documentado estudio, López Muñoz apunta alguna de las prácticas de esta mala ciencia, exenta de toda ética, y sitúa como necesario punto de inflexión el denominado Código de Nuremberg, redactado tras las condenas a muchos de los responsables de la barbarie nazi disfrazada de ciencia y orientado a impedir cualquier repetición de la tragedia. Un documento que fue publicado el 19 de agosto de 1947 estableciendo las normas para llevar a cabo investigaciones con seres humanos e incidiendo especialmente en la obtención del consentimiento voluntario del sujeto motivo de investigación.
«Su influencia sobre los derechos humanos y la bioética ha sido enorme. Sin embargo, estas tragedias volverían a repetirse posteriormente, principalmente en regímenes totalitarios, aunque no en exclusiva, como la extinta Unión Soviética y la República Popular China, esencialmente en relación con la represión política y religiosa, aunque también en el marco meramente ideológico, como la suspensión científica de la genética mendeliana por parte del Partido Comunista de la URSS, en 1949, acusada de burguesa y reaccionaria, y la depuración de todos sus defensores. Pero la información disponible en relación con estos países es extremadamente escasa, ya que las actividades en cuestión nunca han llegado al conocimiento público como lo hicieron en Occidente, por lo que sus responsables nunca han sido conducidos ante la justicia», concluye López Muñoz.
Experto en estudios sobre el Holocausto, López Muñoz fue reconocido por el Centro para la Medicina tras el Holocausto, un organismo con sede en Houston que tiene la misión de defender la ética de la investigación y de la práctica médica y prevenir la repetición de los errores cometidos por los profesionales y autoridades sanitarias durante el Tercer Reich. Este reconocimiento está destinado a aquellos profesores universitarios de diferentes países que han destacado en el estudio, la enseñanza o la investigación de la medicina durante el periodo nazi.