Naohito Watanabe, excónsul general de Japón en Barcelona, académico correspondiente de la Academia Nicaragüense de la Lengua, académico honorario de la Academia de Geografía e Historia de Nicaragua y académico de honor de la Real Academia Europea de Doctores-Barcelona 1914 (RAED), es el protagonista de una amplia entrevista realizada por el periodista, escritor, editor y experto en la obra de Rubén Darío Gustavo Adolfo Montalván Ramírez. La publicación es fruto de la gran acogida que han tenido las traducciones al japonés realizadas por Watanabe de varias de las obras clásicas del autor de referencia del modernismo en español: «Azul», «El viaje a Nicaragua», «Intermezzo tropical» y los «Cuentos Completos», una obra que recoge más de un centenar de narraciones breves escritas por el autor entre 1881, a sus 14 años, hasta 1914, a los 47, y que en origen se publicaron y reprodujeron en múltiples revistas y periódicos de América y Europa en vida de Darío.
«La traducción de ‘Azul’ ha tenido muy buena aceptación en Japón. Me ha felicitado mucha gente del mundo literario. Se ha distribuido en todas las bibliotecas públicas de Japón como obra de referencia. También en la ocasión de la publicación de los ‘Cuentos Completos’ de Rubén Darío se han realizado muchas conferencias y disertaciones al respecto, como en el Instituto Cervantes de Tokio, en el Club Español de Japón, la Asociación de Amistad Japón y Cataluña, la Asociación Latinoamericana de Japón… también con una gran aceptación del público», señala el académico sobre la repercusión de sus traducciones.
Watanabe reflexiona en la charla con Montalván Ramírez sobre la fascinación de Rubén Darío por Japón, un país que nunca visitó, pero que reflejó ampliamente en su obra. «Japón, envuelto con el misterioso velo oriental, se presentó al mundo, y justamente era la época del modernismo en Europa. Así surgió el japonismo. Se dio la circunstancia de que Japón participó en la Exposición Universal de Barcelona, celebrada en 1888, y después en la Exposición Universal de París en 1900, con sus exóticas muestras artísticas tradicionales. Rubén Darío cubrió el evento como corresponsal de ‘La Nación’, de Buenos Aires. El japonismo encantó a Rubén, y a pesar de que el poeta nunca estuvo en Japón, él, con su vigorosa imaginación y una visión cosmopolita, fusionó lo exótico de Japón en su modernismo, sobrepasando el tiempo y el espacio», explica.
Sobre su primera toma de contacto con la obra de Rubén Darío, Watanabe explicó su oportuno encuentro en el embarcadero del lago de Granada con una niña vestida con harapos y descalza que declamaba un poema del autor que le impresionó. «Un día visité Granada para conocer las isletas del Lago de Nicaragua, famoso por los tiburones de agua dulce. En el embarcadero había una niña chiquitita, quizás de ocho o nueve años, con el cabello rubio, ojos negros, tez morena quemada al sol, y vestida de harapos y además descalza. Ella se acercó sonriente a mí. Creí que iba a pedirme algún dinerillo como solían hacer los niños en los semáforos de aquel entonces. Pero qué sorpresa, ella empezó a declamar algo. Algo rítmico y versificado. Era un poema dulce y resonante, con cierta melancolía. Me quedé embelesado, fascinado, y sentí hasta el estremecimiento en mi corazón con la declamación de aquella niña. Así fue mi primer contacto con la obra de Rubén Darío«, explica.