Francisco López Muñoz, profesor de Farmacología de la Universidad Camilo José Cela y académico de número de la Real Academia Europea de Doctores-Barcelona 1914 (RAED), aborda en el artículo «Leyendas urbanas: las cosas que nunca debimos creer», publicado en el portal especializado The Conversation el pasado 5 de abril y en diversos medios españoles e hispanoamericanos, las fabulaciones, ficciones y medias verdades que han existido a lo largo de toda la historia, más allá de continentes y civilizaciones, y que hoy pueden tener su correlato en las noticias falsas o ‘fake news’ interesadas. El académico firma el artículo junto a , profesor de Psicología Criminal, Psicología de la Delincuencia, Antropología y Sociología Criminal de la misma universidad.
Los dos estudiosos señalan cómo a través de una narración sencilla y creíble, a lo largo de la historia se han venido construyendo relatos que forman parte de la cultura de diferentes pueblos, a menudo con llamativas coincidencias tanto en sus argumentos como en sus conclusiones o lecciones. Los autores indican cómo se identifican en todos estos relatos elementos simbólicos comunes, por lo que se les ha relacionado con la teoría del inconsciente colectivo y los arquetipos establecida por el psiquiatra y psicoanalista Carl Jung, así como por el uso de estrategias de fuerza tópicas que se apoyan sobre el uso reiterado de sesgos cognitivos.
«El mundo real, dominado por la probabilística, a menudo es tan molesto al sentido común que parece preferible ignorarlo. Las ‘verdades’ que podemos encontrar en él son provisionales y están sometidas a ese constante proceso de discusión y revisión metódica al que llamamos ciencia. Afortunadamente, existen las leyendas urbanas, caracterizadas por ser historias redondas, argumentalmente cerradas, con el aspecto de ser ‘demasiado buenas’. En el pseudomundo imaginado, fantástico y perfecto del cine, la creación literaria y el imaginario popular no existe ese problema. Es habitual que tenga más sentido asumir tales relatos perfectos que comprender parcialmente un hecho real complejo. Para la mayor parte de las personas, la certeza del dato, en tanto que abierta, interpretable, costosa y con aparente poco sentido, supone una molestia», consideran los dos profesores.
Para López Muñoz y Pérez Fernández, estas fabulaciones o falsos relatos interesados se difunden con facilidad, ya que explotan una serie de elementos psicosociales que operan como palancas: la necesidad de certezas, de estar informado, de poder contar algo interesante o gracioso, de ser capaz de prevenirse ante futuros problemas y, en última instancia, de integración social. «Del mismo modo que el 99 % de los animales que corren durante una estampida ignoran los motivos por los que la manada huye despavorida, conduciéndose por el principio adaptativo del gregarismo, la mayoría de la gente prefiere clausurar su capacidad crítica y seguir la corriente», afirman.
Los autores sitúan el meme actual dentro del mismo mecanismo, si bien en su caso más para socializar y explorar el humor que para aprovechar una falsedad. En cualquier caso, exigen responsabilidad y capacidad crítica para evitar cualquier tipo de manipulación.