Miquel Ventura, director de proyectos de la Fundación Pro Real Academia Europea de Doctores e impulsor del proyecto de observación y protección de la biodiversidad marina Silmar, ha presentado el último informe de la Estación de la Cima, en Castell-Platja d’Aro, en el corazón de la Costa Brava, que atestigua la regresión de la flora y la fauna del fondo marino de esta zona del litoral catalán y la proliferación de algunas de las especies invasoras. El informe, correspondiente al año 2021, destaca, entre otras conclusiones consideradas ya desde una perspectiva de siete años de observación y 15 de muestreo, el incremento de entre 0,5º y 1º en la temperatura del agua, una variación que favorece el desarrollo de especies foráneas modificando el patrón natural de funcionamiento del ecosistema marino y, de manera específica, afecta a las especies y hábitats marinos más sensibles.
En contraposición, la observación de este período deja una noticia positiva: la floración masiva de la Posidonia oceánica. Un fenómeno que se observó en toda la Costa Brava y con especial intensidad en la pradera de la Cima y que está relacionado, más, con un ciclo vital de la especie que se suele dar cada cuatro o cinco años, con el aumento de la temperatura del agua. «Esta respuesta fisiológica de esta planta marina frente al calentamiento del agua nos da cierta esperanza al observar la capacidad de adaptación de una especie clave para la resiliencia ecológica del ecosistema litoral mediterráneo», señala Ventura.
Otros impactos antropogénicos detectados en esta zona de estudio marina son la contaminación por sustancias químicas, protectores solares, microplásticos y materia orgánica, que reducen la calidad del agua e inciden en esa afectación a hábitats y especies más sensibles y favorecen el desarrollo de especies oportunistas que son más resistentes a entornos marinos contaminados. El informe también alerta sobre pesca deportiva y profesional en especies de elevado interés ecológico, la introducción de especies foráneas potencialmente invasoras o del incremento de la contaminación acústica derivado de la navegación a motor y de deportes náuticos poco sostenibles como las motos de agua.
«Como es habitual durante el año de inmersiones, se ha realizado el seguimiento de los bioindicadores óptimos, seleccionados de forma específica, para darnos la información sobre la calidad ecológica de los hábitats y ecosistemas presentes. Las especies bioindicadoras sésiles (sin movilidad) que observamos en cada inmersión padecen con más intensidad los impactos y presiones humanas y los efectos de los cambios ambientales a medio y largo plazo. En este contexto, la marcada regresión de algunas especies de corales blandos, como la de la especie Eunicella singularis (coral blanco colonial) y de la especie Leptogorgia sarmentosa, (la gorgonia naranja) se vienen observando desde hace más de seis años. Las colonias sobre las que se hacen los seguimientos presentan lesiones y necrosis en las puntas y crecimiento de especies oportunistas (algas, esponjas y patógenos) sobre sus arborescentes colonias que las asfixian y mueren. El 80 % de las colonias observadas en la estación de la Cima están muy epifitadas o muertas (un fenómeno que también ocurre de forma intensa desde el 2015 en toda la Costa Brava). Además, en los últimos cuatro años no hemos observado apenas nuevas colonias que puedan garantizar la estabilidad de estas poblaciones», señala el informe.
La estación Silmar de control de Castell-Platja d’Aro se encuentra bajo el mar, a una distancia de 0,35 millas de cala Rovira dirección sur-este. La zona de estudio integra una formación geológica submarina muy característica que se prolonga hacia el norte, formando una larga barra rocosa perpendicular al litoral que se va distanciando de la costa. Por estar sumergida y en medio del mar, esta zona submarina queda desapercibida para la mayoría de los usuarios del mar (navegantes, pescadores y buceadores) y por ello recibe una menor presión humana comparada con otras zonas costeras del municipio. Aunque esta condición no la protege de la presión pesquera profesional y deportiva, destaca el biólogo marino.
El último informe de la Estación Silmar de la Mar Bella, en Barcelona, presentado hace un mes, determinaba la presencia de al menos cuatro especies invasoras detectadas en las observaciones y señalaba que en el Mediterráneo se han introducido en la última década más de 900 especies foráneas provenientes de otros ecosistemas marinos, el 15 % de las cuales son potencialmente invasoras. «Hasta ahora, el Mediterráneo y nuestro litoral marino mostraban resiliencia ecológica, pero por un cúmulo de hechos como la contaminación del mar con microplásticos o el incremento del transporte marítimo, estamos privándolo de su capacidad de defensa y regeneración. Más del 40 % de las especies de interés comercial que se pescan en el Mediterráneo oriental actualmente ya son especies foráneas e invasoras que se han instalado en estos nuevos ecosistemas marinos y el futuro puede ser aún más desalentador», señala el director de proyectos de la Fundación Pro Real Academia de Doctores.
«Nuestro actual compromiso con la protección del entorno marino del que dependemos es del todo insuficiente y estamos muy cerca de llegar al punto de no retorno, una situación indeseable que ya condiciona nuestras vidas y la de las futuras generaciones. Debemos ser la génesis de la solución desde el conocimiento, la sinergia entre los agentes sociales y de las empresas que viven del uso del ecosistema marino y que entienden que invertir en su conservación activa es afianzar su futuro y prosperidad», concluye Ventura.