La Real Academia Europea de Doctores-Barcelona 1914 (RAED) celebró el pasado 31 de marzo el debate «La mort: comunicació, fisicoquímica i trascendència», que trataba de dar respuesta desde un marco científico y pluridisciplinar a la muerte, no sólo en el momento del exitus, sino en los mecanismos de la microbiota, la tanatoentomología y la tanatozoología, además de las reflexiones sobre la trascendencia desde un punto de vista de la filogénesis y la ontogénesis, con todas las connotaciones cultuales y religiosas.
La sesión estuvo moderada por Maria Àngels Calvo, catedrática del Departamento de Anatomía y Sanidad Animal de la Universidad Autónoma de Barcelona, secretaria general de la Academia de Ciencias Veterinarias de Cataluña y académica de número y vicepresidenta de la RAED, y contó con la participación de Rosmarie Cammany, gerente del Instituto de Prospectiva y Análisis de la Realidad Social y académica supernumeraria de la RAED, que expuso el trabajo «La comunicación en el proceso terminal»; August Corominas, profesor de Fisiología Humana de la Universidad de Murcia y de la Universidad Autónoma de Barcelona y académico emérito y miembro del Senado de la RAED, que intervino con «Bioquímica y biofísica de la muerte», y el investigador Xavier Altarriba, director del Instituto de Prospectiva y Análisis de la Realidad Social y colaborador de la institución, que expuso la ponencia «Muerte y trascendencia».
Cammany centró su intervención en la comunicación con el enfermo terminal y sus familiares más cercanos y en la preparación de la muerte. «El estado en que llegamos a esta etapa dependerá de si nos ha incidido el deterioro funcional por la edad, por un accidente o una enfermedad que nos ha superado la capacidad de resolverla. En cualquier caso, nuestra sociedad vive como si la vida fuera eterna y nunca se acabara… Es cuando estamos en esta etapa que sobrevienen cuestiones trascendentales que dependerán del grado de madurez y de preparación que tengamos para afrontarla», señaló.
Corominas, por su parte, definió los procesos biológicos que acompañan y definen la muerte, así como la acción de organismos y microorganismos que viven gracias a la muerte de otros seres para seguir dando vida a la Tierra. «No es posible bioquímicamente la inmortalidad. Hay muchísimas reacciones metabólicas irreversibles. La vida permanentemente es asediada por la muerte, que es parte de la vida», consideró el académico.
Por su parte, Altarriba reflexionó sobre la conciencia del hombre acerca de la muerte y su ritualización y sentimiento de trascendencia, que se da como efecto de la evolución de la especie. «El cerebro del ser humano, es el resultado de una situación compleja para la especie. Tendió a aumentar de volumen durante la evolución, sin disminuir sus zonas emocionales (amígdala, cuerpo calloso…) ni sus áreas instintivas (tálamo, hipotálamo, hipocampo…). El cerebro humano está al servicio de la evolución, la cual no se centra tanto en la subordinación al máximo despliegue intelectual, sino en el servicio de este a la misma, (no vivimos para razonar, sino que razonamos para vivir…)», concluyó.