Miquel Ventura, director de proyectos de la Fundación Pro Real Academia Europea de Doctores e impulsor del proyecto de observación y protección de la biodiversidad marina Silmar, presenta a la comunidad académica el artículo «Las universidades frente al cambio climático», donde aborda la necesaria y urgente actuación de los organismos académicos en la lucha y concienciación frente a la crisis climática.
1. Antecedentes
Las universidades se enfrentan a una profunda transformación sectorial como consecuencia de los cambios que ha experimentado la sociedad en el mundo tecnológico, global y altamente competitivo en el que vivimos. La superpoblación, la contaminación del entorno, el calentamiento global, la pérdida de biodiversidad, la inestabilidad económica, la geopolítica, los efectos de las pandemias, así como los conflictos bélicos, generan una gran incertidumbre y abren un debate social que es imprescindible abordar también desde las universidades.
Éstas, deben evolucionar hacia un sistema de formación integral que forme a profesionales competentes, capaces de contribuir a crear una sociedad global más ecológica, justa, solidaria e inclusiva para todos y atrayente para las nuevas generaciones. En estos tiempos de inseguridad, el fenómeno del cambio climático y de sus efectos en mares, océanos y costas del planeta se advierten hostiles. Las concentraciones globales de gases de efecto invernadero se están moviendo exactamente en la dirección opuesta a lo que necesitamos (IPCC, 2021).
Las emisiones de carbono actualmente crecen un 2%, más rápido que en los últimos siete años y en las zonas costeras del Mediterráneo, se experimenta un calentamiento un 20% más rápido que en el resto del planeta. Así, cuando la temperatura media de la Tierra alcance los 1,5ºC, previsiblemente antes del 2035, el Mare Nostrum habrá alcanzado temperaturas medias superiores a 2,2ºC; un punto de no retorno que conlleva fuertes cambios ambientales y climáticos e impactos ecológicos y económicos en sectores como la pesca, el turismo, la agricultura y la sanidad y que en definitiva afectará a nuestra calidad de vida y a la de las futuras generaciones.
Los ecosistemas marinos y los mares costeros desempeñan un papel esencial en la regulación del clima y en el mantenimiento de los patrones climáticos de los biomas del planeta que llevan miles de años en evolución y casi inalterados. Ahora, en la era del Antropoceno, el clima se ha modificado y nuestro océano global con una capacidad calorífica muy alta, ha absorbido el 90% del calentamiento de la atmósfera que se ha producido en las últimas seis décadas debido al aumento de los gases de efecto invernadero.
La mayor parte de la energía añadida en forma de calor en el mar se almacena en la superficie, a una profundidad entre 0 y 700 metros y, los últimos 10 años, han sido la década más calurosa del océano desde el año 1800, siendo el año 2022 el año más cálido registrado en el océano y con el nivel global del mar más alto. El calor almacenado en las aguas marinas del planeta hace que el agua se expanda, un efecto que es el responsable del aumento global del nivel del mar.
El calentamiento del mar incluye además cambios en el comportamiento de especies marinas, alteraciones graves en hábitats y ecosistemas costeros, muerte de corales y otros organismos bentónicos, el derretimiento acelerado de las principales capas de hielo del planeta, cambios en la bioquímica marina, intensificación y virulencia de temporales, huracanes y lluvias torrenciales, así como cambios ambientales que afectan a la salud humana y a la biodiversidad marina y costera.
La estabilidad térmica del mar y de las zonas costera es fundamental para la estabilidad de la vida marina, la funcionalidad de la biosfera y la generación de los beneficios ecosistémicos de los cuales dependemos y que contribuyen a nuestra prosperidad social, económica y a nuestro bienestar. La falta de una adaptación adecuada al cambio climático, y la elevada probabilidad de que se manifiesten los impactos del calentamiento global a escala local y regional, amenazan con socavar la funcionalidad de los biomas costeros que afectarán a nuestra forma de vida.
Frente a esta realidad, científicos de universidades y centros de investigación de todo el mundo han impulsado, con el apoyo de Naciones Unidas y desde mediados de los años 80 del siglo pasado, importantes acontecimientos que nos han llevado a conseguir el acuerdo de París de 2015 y, entre otros, a la celebración de la 27 COP en Egipto en 2022, eventos clave, que están impulsando cambios en el mundo que son imprescindibles para nuestra adaptación y resiliencia frente al cambio climático.
2. Pasar a la acción desde los campus universitarios
El Plan Nacional de Adaptación al Cambio Climático (PNACC) es uno de los resultados de estos procesos y una de las acciones que el PNACC planeta como necesarias es la de interactuar con la sociedad y sus distintos colectivos a través de acciones de «ciencia ciudadana». El objetivo es sensibilizar y educar a la sociedad para que comprendan las consecuencias del cambio climático en mares y zonas costeras y actuar colectivamente en la adaptación y mitigación. En este ámbito de acción, la Fundación RAED ha presentado una iniciativa innovadora y necesaria, el proyecto Universidades por el Clima: ciencia ciudadana en costas y medio marino (Unclima).
El objetivo es sensibilizar, formar y promover iniciativas frente a los efectos del cambio climático de manera transversal y participativa para la sociedad y desde las universidades de una ciudad costera como es Barcelona. Unclima, también promoverá desde la universidad el concepto de gestión sostenible e integrada de la costa urbana desde la investigación, el análisis, la adaptación y la mitigación en el contexto del cambio climático, diseñando estrategias de protección del ecosistema marino costero y de su biodiversidad en el marco de la economía circular y regenerativa y de la acción social colectiva en aras del bien común y del entorno marino.
Las universidades son clave para permitir que la sociedad española haga una transición hacia modelos de desarrollo más seguros, ecológicos y de bajas emisiones de carbono. Las universidades son necesarias para proporcionar el conocimiento, las habilidades y las tecnologías a la sociedad para una transición adecuada, además de ejercer un importante papel para fomentar el diálogo social y la creatividad para llegar a ser una sociedad neutra en carbono. Las universidades y sus campus deben convertirse en organizaciones de bien público, impulsadas por su misión científica y educativa de excelencia, dedicadas a progresar en la comprensión de la dimensión humana en el planeta y la acción comprometida sobre la mayor amenaza que jamás haya existido: el calentamiento global del planeta.
La inacción no es una opción, pues erosionará la confianza social de la que dependen las universidades, especialmente entre los grupos clave a los que las universidades deben servir: la nueva sociedad emergente, el sector privado y el sector público. Los estudiantes, las empresas, las organizaciones sin fines de lucro y ciertos gobiernos ya están actuando con mucha más fuerza que las universidades, incluso cuando estas últimas afirman ser líderes intelectuales, del saber y la innovación. («World social report», 2020, UN).
Las universidades deben transformarse en espacios éticos abiertos, generadores de ideas y ser impulsores de los cambios necesarios sociales desde el conocimiento, el pensamiento crítico y la experiencia, sin ir más lejos liderar el cambio de visión y pasar de un mundo estático y aislado a una visión de un mundo global ecosistémico interdependiente y dinámico y preparar a sus alumnos con las habilidades necesarias para afrontar con éxito desafíos actuales y las contingencias del devenir. Las universidades deben comprometerse a ser neutrales en carbono en el horizonte 2050 a más tardar, además de integrar acciones de educación ambiental y de sostenibilidad en sus planes de estudios, en los campus y en los programas de alcance comunitario.
Algunas universidades de economía ya incorporan en las asignaturas de finanzas el factor del cambio climático con ejemplos de desinversión en combustibles fósiles e inversiones responsables con impactos positivos en ecoinnovación, de salud humana y de los ecosistemas e inversión en soluciones basadas en la naturaleza para reducir la huella ecológica y las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI). Como argumenta el profesor de ingeniería de la Universidad de Cornell Anthony Ingraffea, cuando se trata de educar a la generación futura, «hacer lo correcto sobre el cambio climático debe estar integrado en el ADN de un ingeniero, de un abogado o de un economista».