Francisco López Muñoz, catedrático de Farmacología y vicerrector de Investigación, Ciencia y Doctorado de la Universidad Camilo José Cela, miembro fundador del Comité de Observación del Observatorio de Derechos Humanos de España, académico correspondiente de la Real Academia de Medicina del País Vasco, miembro de la Academia de las Ciencias y las Artes Militares y académico de número de la Real Academia Europea de Doctores-Barcelona 1914 (RAED), completa una curiosa serie sobre la historia de la medicina y los remedios farmacológicos a lo largo de los siglos y las culturas en el artículo «Los antídotos y panaceas de origen marino y de ultramar durante la Edad Moderna, parte 2: las piedras bezoares», publicado en el número 186 de «Proa a la mar», revista de la Real Liga Naval Española, correspondiente al primer semestre del año 2023. El artículo completa al que se publicó hace un año en esta misma revista con el título «Los antídotos y panaceas de origen marino y de ultramar durante la Edad Moderna, parte 1: El cuerno de unicornio».
El experto inicia su estudio señalando cómo durante el Renacimiento el uso de los venenos adquirió una enorme trascendencia por su utilidad militar, criminal o política. Precisamente estos dos últimos usos alcanzaron una monumental cota de virtuosismo, como sucedió en la Italia del papado de los Borgia y de los cardenales florentinos, quienes incluso desarrollaron su propio veneno, denominado «cantarella», «Acquetta di Perugia» o «Acqua di Napoli», o en la corte francesa de Catalina de Médici, lo que permitió acuñar el concepto de «arte del envenenamiento», un hecho del que dan fe muchas obras literarias, que hicieron de los venenos una de las tramas más recurridas. «La mayor parte de los venenos eran de origen vegetal, destacando la cicuta o el acónito, y un número considerablemente menor estaba constituido por minerales, entre los que destacaba el arsénico. El resto procedía del reino animal, especialmente temido, como los venenos de serpientes y escorpiones. El conocimiento de las propiedades tóxicas (e incluso terapéuticas) de los venenos fue de gran interés para los médicos de la época, y por todo ello, el recurso a los antídotos generales o panaceas para el tratamiento de los envenenamientos también fue una práctica habitual y lucrativa desde el periodo renacentista, con el cuerno de unicornio y las piedras bezoares como principales panaceas», explica.
En este contexto emerge la figura de Andrés Laguna, hijo de médico judeoconverso, considerado como una de las más brillantes figuras de la cultura europea de la época y un ejemplo prototípico de científico humanista de la época, una figura a quien López Muñoz ha dedicado diversos artículos y estudios. Fue uno de los expertos de la época en sistematizar el remedio, profusamente defendido por su coetáneo Nicolás Monardes. Se trataba de unas piedras que inicialmente se consideraron un mineral procedente de la India, aunque posteriormente se confirmó que se trataba de un cálculo engendrado en cierta zona del estómago o en la vesícula biliar de algunas especies de animales y más frecuentemente en puercoespines, venados y cabras, aunque también se han encontrado en algunos reptiles y peces.
«La piedra bezoar, junto al cuerno de unicornio, fue considerada desde la Edad Media como un antídoto insuperable, mucho más eficaz que cualquier otro remedio, simple o compuesto. Estas piedras son mencionadas en escritos hebreos y sus propiedades alexifármacas son recogidas en la literatura médica árabe. Esta idea perduró durante todo el Renacimiento y las piedras bezoares se mantuvieron en las farmacopeas europeas hasta el siglo XIX», explica López Muñoz.
Reconocido divulgador de la historia contemporánea, la literatura española de los Siglos de Oro y la medicina y farmacología, López Muñoz es doctor en Medicina y Cirugía y doctor en Lengua y Literatura Españolas, especialista en Medicina Farmacéutica y diplomado en Estudios sobre el Holocausto por la Escuela Internacional para los Estudios del Holocausto de Yad Vashem, en Jerusalén. Es investigador del Instituto de Investigación Hospital 12 de Octubre de Madrid y miembro de prestigiosas academias científicas internacionales. Ha participado en numerosas investigaciones y es autor de monografías y artículos en sus áreas de investigación y recientemente ha sido reconocido como profesor honorífico de la Guardia Civil.