José Mª Gay de Liébana
Profesor de la Facultad de Economía y Empresa de la Universidad de Barcelona
Académico de número de la Real Academia Europea de Doctores-Barcelona 1914 (RAED)
Entrevista publica en «El Mundo» el 4 de abril de 2020
Conocido por su locuacidad, su capacidad pedagógica y su afición al Espanyol, José María Gay de Liébana (Barcelona, 1953) es uno de los economistas más populares y mediáticos. En esta entrevista, mantenida por teléfono por el confinamiento, avisa de la necesidad de respaldar a las empresas y augura que España, a raíz de la crisis del coronavirus, corre el riesgo de caer en depresión porque la salida va a ser «lenta y escalonada». Es doctor en Ciencias Económicas y en Derecho, y profesor de economía financiera y contabilidad en la Universidad de Barcelona. Autor, entre otros libros, de «España se escribe con E de endeudamiento» (Planeta) y «La gran burbuja del fútbol» (Penguin Random House).
¿Cómo va a impactar la crisis del coronavirus en la economía española?
La crisis sanitaria está provocando una crisis económica de envergadura, que afecta al tejido productivo pero también a los trabajadores. Todos vamos a salir escaldados, incluido el Estado. A partir de ahí, se producirá una crisis social que podría derivar en una crisis política. La parte económica tiene una doble lectura: por un lado, las finanzas públicas y, por otro, el sector privado. La primera pilla a España en una situación de vulnerabilidad tremenda porque las cuentas públicas son un descosido. A nivel privado, hay que confiar en la banca y en el hecho de que las empresas se hayan desendeudado. El impacto dependerá de si caemos en una recesión o en una depresión. La recesión ya está. No solo no vamos a crecer por debajo de lo del año pasado, sino que podemos ir a números negativos. Si nos dijeran que el 13 de abril todos salimos a la calle y volvemos a consumir, perfecto. Pero esto no va a ocurrir. Me temo que hasta final de mes estaremos confinados. A partir de mayo empezaremos de forma escalonada a salir. Pero la vida económica, tal como la entendemos, nada de nada a corto plazo. Ni bares, ni tiendas, ni turismo. El sector turístico perderá la Semana Santa y el verano. La gente tendrá miedo a moverse. Hasta después del verano, con suerte, no creo que empecemos a ver la luz. La recuperación la veo más en forma de L que de V.
¿Cuáles serán los sectores más perjudicados?
Claramente, el del automóvil. En marzo solo se matricularon 38.000 vehículos, es una birria de cifra. España se ha ido desindustrializando. Al día de hoy, la industria representa solo el 11,02% del PIB, lo que nos hace perder suficiencia. Gran parte de este tejido es la automoción, que nos da mucho fuelle exportador. Hay muchas empresas que, después de la crisis de 2008, han abierto mercados en el exterior. Ahora no podrán hacerlo. De ahí la queja que ha planteado el PNV. El País Vasco es la comunidad con mayor peso de la industria en su riqueza La falta de producción provoca que no haya exportaciones y, por tanto, en los países en los que sigue habiendo actividad económica, si no opera el proveedor español, las empresas buscarán a otro que cubra ese hueco. El sector hotelero y de líneas aéreas también está castigadísimo. Y los servicios dependen de que toda esa actividad tire hacia adelante.
¿Vamos a pagar ahora el precio de desmantelar la producción industrial?
Creo que esto ha pasado en todo el mundo occidental. Tiene dos lecturas. Por un lado, el abaratamiento de la mano de obra y el acceso a materias primas, lo que ha provocado la relocalización de parte de la producción a países con estas características. Por otro, desde el punto de vista burocrático y de impuestos, el panorama en España ha sido durísimo. Hablando claro. Aquí, lo de trabajar de aquella manera. Lo importante es reivindicar mis derechos. Esto contrasta con lo que pasa en países donde hay miseria. Globalizar está muy bien, pero nos hemos quedado sin industria. Esto le hará repensar a Europa su modelo productivo para tener un mínimo de suficiencia en este tipo de emergencias. Estábamos con el Brexit y la crisis del petróleo distraídos. Hemos tenido todos una falta de previsión de la que hay que aprender.
¿Qué tasa de paro alcanzará España este año?
La gente afectada por un ERTE va subiendo. Igual nos vamos a dos millones. Esto quiere decir que el desempleo se puede ir al 26%. El problema es si la recesión o la depresión que llegue va a provocar un aluvión de destrucción de empresas. Este es el riesgo.
¿Qué debe hacer el Gobierno?
Tener sentido común económico, cosa que hasta ahora no ha demostrado. Hay una mentalidad de satanizar a las empresas. Eso demuestra que nadie del Gobierno ha gestionado una empresa en su vida. Primero, el Gobierno debería neutralizar el pago de impuestos y de cotizaciones sociales. Esto ya lo dijo la Comisión Europea el 20 de marzo: no basta con aplazar. Hay que salvar a las empresas, que son la columna vertebral de la economía. Segundo, hay que poner dinero. De momento, el Gobierno ha puesto poco dinero. Cuando oí la expresión de que va a movilizar 200.000 millones de euros, miré la letra pequeña y vi que solo van a inyectar 17.000 millones. El resto corre a cuenta del sector privado. El plan de avales tampoco significa poner dinero. El Gobierno no lo tiene claro porque no tiene dinero. Por eso está mirando a la Unión Europea y exigiendo un Plan Marshall.
Pablo Casado reprochó al Gobierno que disparara al 2,7% el déficit en 2019. Se han perdido, dijo, 33.000 millones para luchar contra el coronavirus. Sin embargo, Rajoy cogió la deuda en 750.000 millones y la dejó en 1,1 billones.
La situación que tenemos es responsabilidad de todos los que han gobernado. En 2012 publiqué un libro, España se escribe con E de endeudamiento, y nadie me hizo ni puñetero caso. Ahora el que carga con el mochuelo es Pedro Sánchez, sobre todo porque tiene a Pablo Iglesias al lado y nos da mucho miedo, pero la verdad es que Rajoy y su amigo, Cristóbal Montoro, que fue funesto, son los que han dejado un agujero tremendo a nivel de déficit y de deuda. Nos han hundido en la miseria. Lo digo yo que no soy de ningún partido y nunca voto. Desde 2008 hasta 2019, según datos de la intervención de la Administración General del Estado, el déficit público acumulado es de 820.933 millones de euros. Esto es lo que el Estado ha gastado por encima de lo que ha ingresado. Una barbaridad propia de manirrotos. Esto lo saben en Alemania y en Holanda. Entre 2011 y 2019, la deuda pública se incrementó en 819.000 millones de euros. Hablo de los pasivos en circulación, es decir, de toda la deuda del Estado, del conjunto de las administraciones públicas. ¿Es cosa solo de Sánchez? No. El PP no corrigió el rumbo. Lo han hecho muy mal todos.
¿Paralizar la actividad económica es acertado?
Soy muy respetuoso con los médicos. Estoy con tratamiento oncológico y me gusta fiarme de los profesionales. Digo esto porque si los científicos han determinado que lo mejor para la salud pública es no salir de casa, nada más qué decir. Otra cosa es la interpretación del Gobierno de la definición de actividades esenciales. El Gobierno ha vuelto a demostrar su ignorancia sobre la realidad económica. Debería haberlo consultado con las comunidades autónomas y con la patronal. Ha habido una cierta precipitación, aparte del ridículo de la tardanza en la publicación del decreto en el BOE. No se puede hacer público un cuarto de hora antes de que entre en vigor.
La moratoria en el pago de las cotizaciones de la Seguridad Social no se va a aplicar desde marzo sino desde mayo. ¿Se está maltratando a los autónomos?
Totalmente. Se les está maltratando de una manera despiadada y sin contemplaciones. Tanto a los autónomos como a las pymes. Se quejan, pero no les hacen ni caso. La moratoria para las cotizaciones de la Seguridad Social se anunció el mismo día en que se cobró la cuota de marzo. Y ojo con la palabra moratoria porque significa que el Estado no está haciendo ningún sacrificio. Solo te permite aplazar el abono. El Estado devenga el ingreso. El esfuerzo fiscal consistiría en exonerar del pago a los autónomos, lo que estaría justificado por la emergencia sanitaria que vivimos.
Pablo Iglesias invocó el artículo 128 de la Constitución, que subordina la riqueza del país al interés general. ¿Cómo lo interpreta?
Cuando lo leí, me puse en guardia. Hace unos días ya habló de la posibilidad de nacionalizar empresas. Esto es empezar a trillar el camino para acabar con la economía de mercado y entrar en un sistema planificado o mixto donde el estado controle la producción. Hace años que hablo de la sovietización de la economía española, es decir, todos trabajando para el Estado cuando realmente es el Estado el que vive de nosotros. Esto es lo que quiere Iglesias, dentro de su mentalidad bolivariana. El artículo 128 es ambiguo. Lo que ha verbalizado es una amenaza velada.
¿Las medidas de choque aprobadas por el Gobierno, especialmente dirigidas a los sectores más vulnerables, son adecuadas?
Con algunas estoy de acuerdo porque ayudan a las personas vulnerables e incluso muy vulnerables como las empleadas del hogar o aquellos que no pueden pagar el alquiler. Pero observo en otras demasiada carga ideológica. Se olvidan de la columna vertebral, que es la economía productiva.
¿Debe España acogerse al mecanismo del MEDE, que es lo que Merkel le propuso a Sánchez, o hace bien Madrid, en línea con Roma y Lisboa, en exigir otras iniciativas de calado como un Plan Marshall, unión fiscal y eurobonos?
Para plantear un desafío hay que poder. En la academia, cuando coincido con Edmund Phelps, premio Nobel de Economía, me callo. ¿Cómo puede España desafiar a los alemanes con la deuda pública que tenemos? Ellos tienen un superávit de más de 40.000 millones de euros al año y cumplen las normas del Pacto de Estabilidad con creces. La posibilidad es el MEDE, pero ojo porque en ese programa quedan unos 400.000 millones de euros. Entre lo que pediría España y el resto de países de la UE, se ventila enseguida. Y el MEDE sería un rescate condicionado. No ocurriría como en julio de 2008 con aquel rescate light. De todos modos, no sé qué prefiero. Si una intervención comunitaria o un populismo que me lleve a una economía planificada.
Pero ni España ni Italia han creado el virus, y la existencia misma de la UE está en juego. Por tanto, ¿no hay razones políticas, económicas e incluso de solidaridad que aconsejan un cambio de posición en Berlín?
Creo que no. Los países del norte están hartos de poner dinero para los del sur. Somos como el pariente al que siempre hay que invitar. Una de las consecuencias de esta crisis del coronavirus puede ser la fragmentación de la UE. Los británicos soltaron amarras, pero ahora es posible que se reconfigure. Por un lado, están los países del norte. He repasado el avance de 2019 de sus cuentas públicas. Todos tienen la deuda moderada, algunos solo del 20% del PIB, y presentan superávit. Irlanda tenía un problema financiero, pero la rescataron con más de 60.000 millones de euros. Salieron y su economía va de miedo. Por otro lado, Francia hace de efecto bisagra entre los halcones del norte y las palomas del sur, pero está generando déficit y su deuda pública se acerca al 100%. Su crisis social es tremenda, aunque tiene la baza de la francesa Christine Lagarde en el BCE. Es, de alguna manera, el airbag de Francia, y tiene a Luis de Guindos al lado. Simpatiza con los italianos y los españoles. Eso es lo que está salvando a los países del sur.
En su último libro, ‘Revolución tecnológica y nueva economía’ (Deusto), analiza el atraso europeo en la era digital. Esto lastrará aún más la recuperación.
Europa ha perdido el paso, se ha anquilosado. Seguramente éramos el corazón del mundo, pero hay un momento en el que incurres en un tic supremacista. Te crees por encima de todos. El Estado de bienestar fomenta la cohesión social y el proceso de construcción europea se forja como un blindaje frente a la guerra. Alemania es una gran potencia económica. Pero los alemanes son muy germánicos. Se han quedado en su modelo, es decir, lo que está en su manual. Mientras tanto, EEUU es ese país de la imaginación, de California, de Bill Gates. El factor humano es el factor de producción decisivo. La clave es contar con gente con habilidades y formada. Por eso EEUU es la primera potencia. Y por eso China es la potencia principal después de la UE. Y los hindúes están avanzando por el I+D. Los presidentes de Google y Microsoft son hindúes. Esto es lo que yo quiero para España.
Se invocan estos días los Pactos de La Moncloa, aunque no es lo mismo construir una democracia que gestionar una crisis sanitaria o económica. En todo caso, ¿sería necesario reeditar un pacto así?
No veo capaz de ello a nuestra clase política. Cuando gobernaba Rajoy, ya dije que era necesario ir a otros Pactos de La Moncloa. Desde el punto de vista económico, hay que gestionar un país como si fuera una empresa. Cuando he dicho esto en un debate con Pablo Iglesias me contesta con que si ya está aquí el neoliberal o el capitalista. Una empresa tiene como fin generar beneficios. En el caso de una administración, el superávit sirve para no tener deuda.Lo que pasa es que en España nadie piensa a largo plazo. Hemos perdido la revolución tecnológica. La clase política está en el corto plazo. Nadie piensa en la España de dentro de dos décadas. Los Pactos de La Moncloa fueron un proyecto de país a través del consenso. Los políticos renunciaron a sus politiquerías y se le encargó la gestión a Enrique Fuentes Quintana, que después de ser vicepresidente con Adolfo Suárez y enderezar la economía se marchó a su despacho de catedrático. Ahora cogería a gente que tuviera capacidad de gestión. Dos años, tres, los que haga falta. Pero que arreglen el país.