August Corominas
Profesor de la Universidad de Murcia y de la Universidad Autónoma de Barcelona y académico de número de la Real Academia Europea de Doctores-Barcelona 1914 (RAED)

August Corominas, profesor de Fisiología Humana de la Universidad de Murcia y de la Universidad Autónoma de Barcelona y académico de número de la Real Academia Europea de Doctores-Barcelona 1914 (RAED), presenta el trabajo «Estudio fisiopatológico de la muerte de Cristo», donde a la luz del estudio de la muerte y sus mecanismos bioquímicos y biofísicos se centra en una de las muertes violentas más famosas de la historia universal, la muerte por crucifixión de Cristo. Un tipo de ejecución dirigida a esclavos en tiempos grecorromanos y que actualmente todavía se aplica a algunos países musulmanes. «La crucifixión es un castigo brutal, cruel, sádico, indignante que solo pensar produce escalofríos, malestar e indignación. Creo que la humanidad no merece la muerte por castigo y menos la muerte por crucifixión», señala el académico.

Basándose en la extensa bibliografía histórica al respecto, especialmente en la Biblia (Isaías 53,5), Corominas destaca en primer lugar el dolor y el sufrimiento según la escala EVA que se usa en las clínicas de dolor (esta escala es de 0 a 10, con el valor máximo como dolor irresistible e intensísimo), para concluir que no se puede comparar un dolor clínico del tipo de enfermedad que sea del dolor de la tortura de la crucifixión.

Analizando el caso de forma cronológica, el académico señala como en el episodio de la detención en el Huerto de los Olivos, Jesus, un hombre joven de 33 años, atlético, sufre tensión psicosomática, tensión emocional, impacto por la traición de Judas, angustia intensa, sufrimiento moral y hematidrosis o sudor sangre por el maltrato de la soldadesca. Tras su sentencia popular del pueblo judío con griterío y escarnio es condenado a la flagelación y a la crucifixión.

«En el primer caso, atado a una columna de piedra, con la espalda desnuda, es azotado con un látigo con puntas de hierro lacerantes que arrancan epidermis, dermis y tejido muscular. Hemorragia abundante (EVA 10), sufrimiento intensísimo, colocación de la corona de espinas (EVA 8). Se condena al reo a crucifixión, que era un suplicio infame reservado a esclavos o a asesinos y ladrones. Sufrimiento emocional por la presencia de madre, amigos, seguidores y discípulos», detalla.

August Corominas

Dr. August Corominas

Con una hemorragia en la espalda por la infame flagelación es obligado a cargar con una cruz insumisa de gran peso. «Un hombre herido y sangrando no puede subir un peso de este calibre -prosigue el académico-. Sufre varias caídas que son contusiones y heridas. Pero la parte de mayor sufrimiento es la crucifixión. Es una autentica  y dramática destrucción de un cuerpo. Los clavos empleados  sobre metatarso y metacarpo de 18 centímetros martilleando y fracturando  destruyen completamente las manos y pies dejando ulceras postraumáticas. Además de la estructura ósea se lesionaban paquetes vasculonerviosos con polineuritis dolorosísima (EVA 10). La posición en la cruz era antianatómica y por ello la respiración era bradipnea con verbalización entrecortada (las siete palabras), con asfixia pulmonar. La agonía duró siete horas, con burlas por parte de los soldados, sufrimiento psicológico por su madre y apóstoles. Los dolores estremecedores. Gran sequedad bucal. Negación de agua, en su lugar bilis. Desnudez vergonzante».

«La muerte después de la agonía se produce por shock hipovolémico, hemorrágico, anoxia cerebral, herida pleural, embolia pulmonar, deterioro de los músculos paravertebrales, dorsales, trapecio, fracturas múltiples en extremidades, contracturas  tetánicas,  hematomas múltiples por caídas, polineuritis en extremidades, taquicardias, aumento adrenalina por estrés traumático (EVA 10), malos tratos y burlas de los soldados. Hemopericasditis. Posible perforación de ventrículo derecho, dolor físico intensísimo, y muerte tras siete horas de sufrimiento. A Cristo le destruyeron cabeza, extremidades, tórax, abdomen. Los dolores por el sufrimiento físico y psíquico son sumatorios. Una inmerecida ejecución convertida en espectáculo de un tormento extremadamente cruel», concluye Corominas.