Francisco López Muñoz, catedrático de Farmacología y vicerrector de Investigación, Ciencia y Doctorado de la Universidad Camilo José Cela, miembro fundador del Comité de Observación del Observatorio de Derechos Humanos de España, académico correspondiente de la Real Academia de Medicina del País Vasco, miembro de la Academia de las Ciencias y las Artes Militares y académico de número de la Real Academia Europea de Doctores-Barcelona 1914 (RAED), reflexiona sobre la cultura de la delincuencia en el artículo «¿Qué hay detrás de la narcocultura emergente en algunas zonas de España?», que se publicó en el portal especializado The Conversation el pasado 18 de julio y, después, en diversos medios de comunicación españoles. López Muñoz firma este artículo junto a Francisco Pérez Fernández, profesor de Psicología Criminal, Psicología de la Delincuencia, Historia de la Psicología y Perfilación de la Universidad Camilo José Cela.
Para los dos expertos, en el contexto sociocultural hispano, personajes como el pillo, el estraperlista, el pícaro, el corrupto, el ladronzuelo, el contrabandista, el bandolero o el evasor, siempre han contado con un cierto grado de indiferencia, cuando no de aprobación. «Estos personajes se asocian de manera automática a la leyenda fatalista del ‘así somos’, o al predicamento antisistema del malo justificado y del que vuelve las tornas. Pero este argumento es antropológicamente inaceptable por folklórico y psicologicista. El problema enraíza con fuerza en una historia repleta de necesidades, desgobiernos, inacción y connivencias. En tal contexto, el delincuente pillo y no violento siempre ha gozado de cierto grado de aceptación», inician su argumentación.
López Muñoz y Pérez Fernández explican que no es preciso traficar con drogas o mantener implicaciones con el narcotráfico para practicar la narcocultura, ya que este concepto engloba un estilo de vida integral que parte de la tesis de que todo vale para salir de la pobreza. «La narcocultura tiene la capacidad de generar en sus actores una cosmovisión perfectamente integrada en el estilo de vida que se mimetiza con modas y tendencias, hecho que dificulta su afrontamiento. Cuando comienza a fluir el dinero fácil, las estructuras básicas del negocio se consolidan. Comienza entonces el juego de las identidades, los bandos, las ideologizaciones y los pretextos que abonarán al narco a largo plazo y se hace precisa la enculturación: vivir así será, más que una cuestión económica, una identidad», explican.
Ante esta realidad tan arraigada, la mera confrontación directa no es suficiente para combatir la narcocultura, pues ubica a las autoridades y a los cuerpos policiales en una dinámica oposicionista, coactiva y prebélica, que no es una de las mejores maneras de abordar una crisis sociocultural, consideran. «Se precisa, junto con la dotación adecuada de agentes y medios, de otras acciones en paralelo que ayuden al abordaje de un problema sistémico que no es lineal. Es muy posible que el primer paso tenga que ver con una modificación de los discursos, que aborde la comprensión profunda de los eventos socioculturales subyacentes. En el mundo actual toda acción sociopolítica es también una acción comunicativa: las palabras resuelven dificultades, pero también las crean», concluyen.
Reconocido divulgador de la historia contemporánea, la literatura española de los Siglos de Oro y la medicina y farmacología, López Muñoz es doctor en Medicina y Cirugía y doctor en Lengua y Literatura Españolas, especialista en Medicina Farmacéutica y diplomado en Estudios sobre el Holocausto por la Escuela Internacional para los Estudios del Holocausto de Yad Vashem, en Jerusalén. Es investigador del Instituto de Investigación Hospital 12 de Octubre de Madrid y miembro de prestigiosas academias científicas internacionales. Ha participado en numerosas investigaciones y es autor de monografías y artículos en sus áreas de investigación. Recientemente ha sido reconocido como profesor honorífico de la Guardia Civil y nombrado de forma honorífica coronel de Kentucky mediante carta patente otorgada el 29 de julio de 2024 por el gobernador del Estado de Kentucky, Andy Beshear.