Francisco López Muñoz
Profesor de Farmacología, vicerrector de Investigación y Ciencia y director de la Escuela Internacional de Doctorado de la Universidad Camilo José Cela y académico de número de la Real Academia Europea de Doctores-Barcelona 1914 (RAED)
Artículo publicado en el portal especializado The Conversation en abril de 2021 y replicado por diversos medios españoles e hispanoamericanos
Francisco López Muñoz, profesor de Farmacología de la Universidad Camilo José Cela y académico de número de la Real Academia Europea de Doctores-Barcelona 1914 (RAED), recupera la figura del médico alemán Josef Mengele, conocido por sus experimentos mortales con prisioneros de los campos de concentración de la Alemania nazi, en el artículo «¿Por qué Josef Mengele es el criminal de guerra nazi más conocido?», publicado en el portal especializado The Conversation el pasado abril y reproducido desde entonces por diversos medios españoles e hispanoamericanos. El académico firma este artículo junto a Francisco Pérez Fernández, profesor de Psicología Criminal, Psicología de la Delincuencia, Antropología y Sociología Criminal de la Universidad Camilo José Cela.
Conocido como el Ángel de la Muerte durante la Segunda Guerra Mundial, Mengele había obtenido doctorados en Antropología y Medicina e iniciado una carrera como investigador hasta que se afilió al Partido Nazi en 1937 y a las SS en 1938. Eso le llevó a que al comienzo de la guerra fuese asignado como oficial médico de batallón, aunque a principios de 1943 se trasladó al servicio de campos de concentración y fue destinado al campo de Auschwitz. Una trayectoria criminal a la que se suma, como explican los autores, su huida a Argentina y Brasil al final del conflicto, eludiendo así los Juicios de Nuremberg, en los que se condenaron a otros destacados médicos que habían colaborado con los horrores del nazismo.
«Por circunstancias fortuitas y azarosas, logró evadir la acción de la justicia y huir a Sudamérica; visitó Europa en varias ocasiones, cuando era perseguido por organizaciones cazanazis; escapó a los operativos del Mosad -el servicio de inteligencia israelí-; durante su vida se estrenaron varias películas de ficción basadas en sus actividades y, además, su fallecimiento fue peculiar y accidental», se señala en el artículo. De hecho, Mengele murió ahogado tras sufrir un ictus mientras nadaba en la playa de la localidad brasileña de Bertioga en 1979 y fue enterrado bajo el nombre falso de Wolfgang Gerhard. Sus restos fueron exhumados e identificados por un examen forense en 1985.
Tras repasar su trayectoria «médica», López Muñoz y Pérez Fernández se hacen eco de sus terribles prácticas en un relato estremecedor. «Muestra de su sadismo fue la inseminación de prisioneras con antecedentes familiares de gemelos. Tras el parto, si sólo nacía un bebé, era depositado vivo en el horno de desechos biológicos y la madre, gaseada. También fue acusado de intervenciones quirúrgicas sin anestesia, amputaciones, inducción de heridas para su infección y posterior observación, transfusiones de sangre entre gemelos, entre otros muchos aberrantes experimentos, como coser a dos gemelos entre sí a modo de siameses. Del mismo modo, ensayó vacunas desarrolladas por Bayer y Behring-Werke para la malaria y el tifus. Al margen de los experimentos, Mengele fue involucrado en actos como el asesinato de 300 niños menores de cinco años, ordenar la muerte en las cámaras de gas de casi 3.000 gitanos y participar en la administración del Zyklon B, el pesticida empleado en las cámaras de gas», explican los autores.