Francisco López Muñoz
Profesor de Farmacología, vicerrector de Investigación y Ciencia y director de la Escuela Internacional de Doctorado de la Universidad Camilo José Cela y académico de número de la Real Academia Europea de Doctores-Barcelona 1914 (RAED)
Artículo publicado en el portal especializado The Conversation el 1 de noviembre de 2021
Francisco López Muñoz, profesor de Farmacología de la Universidad Camilo José Cela y académico de número de la Real Academia Europea de Doctores-Barcelona 1914 (RAED), resume la génesis de las pastillas anticonceptivas, método revolucionario sobre el control de la natalidad, en el artículo «El descubrimiento de la píldora anticonceptiva: una enorme conquista social del siglo XX», publicado en el portal especializado The Conversation el pasado 1 de noviembre. El académico firma este artículo junto a José Antonio Guerra Guirao, profesor de Farmacología y Toxicología de la Facultad de Farmacia de la Universidad Complutense de Madrid.
«Los intentos por ejercer un certero control de la fertilidad han acompañado al ser humano desde que se tornó en un ser social. En algunas de las primeras fuentes escritas de las que se tiene constancia, como el papiro de Ebers (1550 a.C.), ya aparecen referencias a diferentes métodos anticonceptivos. Los autores clásicos, como Aristóteles, Plinio el Viejo y Dioscórides, también se remiten en sus obras al control de la fertilidad. Sin embargo, la enorme variedad y cantidad de métodos propuestos ha sido fruto en muchas ocasiones de la más absurda superchería. Alguna ha sobrevivido incluso hasta nuestros días. Además, la disponibilidad de métodos anticonceptivos ha sido fuente de numerosas polémicas sociales, ya que algunos sectores consideraban el control de la natalidad como algo inmoral y obsceno», inician los expertos su reflexión.
López Muñoz y Guerra Guirao explican que, tras años de investigaciones sobre la concepción, fueron los investigadores estadounidenses George Corner y William Allen quienes identificaron en 1928 una hormona que favorecía la implantación del óvulo y el posterior embarazo, a la cual le dieron el nombre de progesterona (por el verbo latino «gestare», dar a luz). El año siguiente, el también norteamericano Edward Doisy identificó, en el fluido folicular obtenido de cerdos, la hormona que inicialmente había estudiado el ginecólogo vienés Emil Knauer, a la que denominó estrógeno (de «oistros», deseos locos, y «gennein», engendrar).
Estos descubrimientos dieron pie a que apenas una década después los investigadores alemanes Walter Hohlweg y Hans H. Inhoffen sintetizasen el primer derivado estrogénico que podía ser administrado por vía oral, el etinilestradiol. Y ya en 1944 el químico Russell Marker produjo progesterona a partir de un compuesto aislado de la raíz de la especie mexicana Dioscorea macrostachya. Rápidamente diversos derivados de la progesterona se fueron sintetizando, como la etisterona, la noretindrona y el noretinodrel. «Sin embargo -prosiguen los especialistas en su artículo-, las impulsoras reales del desarrollo de la píldora anticonceptiva fueron dos mujeres nortamericanas militantes de diversos movimientos feministas para la defensa de los derechos civiles: Margaret H. Sanger, una enfermera pionera del movimiento estadounidense para el control de la fertilidad, y la filántropa Katherine D. McCormick«.
«Los primeros estudios clínicos con este fármaco fueron realizados en 1956 por Celso Ramón García y Edris Rice-Wray, en Puerto Rico, y confirmaron que la dosis de 10 mg/día de noretinodrel ejercía efectos anticonceptivos. Estos autores decidieron asociarle un estrógeno (mestranol), con lo que nacieron los anticonceptivos orales combinados. Sin embargo, su tolerabilidad no era buena, lo que obligó a efectuar nuevos ensayos, con mejores resultados, en México y Haití. Pasarían varios años antes de que el preparado fuese comercializado como anticonceptivo, pues la idea de que una mujer sana tomara diariamente un medicamento de esta naturaleza hormonal para evitar la concepción parecía aberrante. Finalmente, la FDA norteamericana aprobó oficialmente este medicamento de la compañía farmacéutica G.D. Searle & Co., a base de 10 mg de noretinodrel y 0,15 mg de mestranol, en mayo de 1960, con el nombre comercial de Enovid«, concluyen.