José Mª Gay de Liébana
Profesor de la Facultad de Economía y Empresa de la Universidad de Barcelona
Académico de número de la Real Academia Europea de Doctores-Barcelona 1914 (RAED)
Deseando
Nuestro Gobierno está deseando ferviente y entusiastamente que la economía española y nuestras empresas recobren su pleno vigor, aunque lo disimule amenazando, so pretexto de reconstruir económicamente España, con subidas de impuestos a los despectivamente tildados como ricos, apelando a una mal entendida solidaridad. La solidaridad, hay maneras de practicarla sin necesidad de confiscar patrimonios privados ganados a pulso, con sudor y esfuerzo, trabajando -no politiqueando-, creando riqueza para España y muchos miles de empleos. Por ejemplo, esa solidaridad patriótica se ejerce costeando compras de material sanitario, que nuestro Gobierno no hace, y fletando aviones desde China.
Quizá esos con desdén tildados de ricos sean quienes donan cientos de millones para que nuestros hospitales públicos dispongan de maquinaria para combatir el cáncer, que el Estado no paga pese a elevar el gasto público. La reconstrucción económica no pasa por succionar recursos privados para llevarlos a las cañerías del gasto público profuso, confuso y difuso. Verbigracia: las cuentas del Estado de 2018 están en duda. El Tribunal de Cuentas formula salvedades que suman 9.000 millones de euros, resultado hinchado y concluye que la Seguridad Social está en quiebra al ser su patrimonio neto negativo.
Nuestro Gobierno está deseando con ardor y sensibilidad en la desescalada, el impulso de nuestra economía. De no ser así, se estaría gestando la nacionalización de nuestras empresas y del empleo; ergo, la intervención de nuestra economía, confluyendo en una economía sovietizada, paradójicamente dentro de la Unión Europea y, es de suponer, que con ciertos personajes presidiendo compañías del Ibex 35 que, desde luego, imprimirían un toque progresista de enorme calado…
Mordiendo el polvo
Aquellos impactos «poco significativos» y «transitorios» en la economía española por el coronavirus que decía la responsable económica del Gobierno el pasado 4 de marzo, nos están haciendo morder el polvo, cual caballeros del medioevo cuando mortalmente heridos, tomaban un puñado de tierra y lo besaban, como postrer reconocimiento a la madre Tierra. Como no se remedie, eso es lo que le espera a la economía española. El Banco de España lanza su mensaje ante la magnitud de la perturbación. Nada de simple chaparrón primaveral. Y por el cariz del asunto, eso no tiene pinta de resolverse.
La Covid-19 no sólo es una fuerte sacudida, como fatal terremoto para nuestra economía, sino el primer seísmo de una serie de réplicas que se cronifica. Crisis que, por el largo confinamiento y la prolongada paralización de la actividad, y la ausencia de medidas rumbosas por parte del Gobierno, se llevará por delante a cientos de miles de empresas, sin capacidad de supervivencia, y millones de empleos. Nuestro PIB se despeña en 2020, y en 2021 no remontará como para rehacernos del duro varapalo. Nuestras finanzas públicas entran en jaque, con visos de mate, precipitándose al vacío de un déficit insoportable y una deuda pública inasumible. Tendrán que socorrernos.
El esfuerzo del Estado por la crisis es exiguo: 30.000 millones de euros, 3% del PIB, y con eso no basta para enderezar el rumbo aciago de nuestra economía. Es ahora cuando el Estado tiene que gastar hasta el último céntimo para evitar el hundimiento de la economía española. Y, luego, el día después, será tiempo de reformular nuestro gasto público que pide a gritos la aplicación de un presupuesto base cero, donde nada de lo anterior sirve ya, soslayando gasto superfluo y reajustando el cuadro fiscal. Mordemos el polvo, cual caballeros del medioevo.
Marcando estilo
Días atrás, escuchamos buenas nuevas de boca del científico español Juan Andrés sobre los esperanzadores resultados de la vacuna contra el coronavirus que, como no podía ser de otra manera, lleva sello estadounidense con participación de talento español. Ésa era la noticia que queríamos oír. Desde ese instante, el brillo de nuestros ojos retomaba trazos ilusionantes. Por fin, un fino pero reconfortante hilillo de luz, tras semanas de abatimiento, entraba en nuestras vidas. Mientras escuchaba a Juan Andrés, quien investiga, ¡cómo no!, en Estados Unidos, tras su experiencia en Suiza, ¡cómo no, también!, pensaba que siempre es Estados Unidos el país que marca los pasos del progreso científico, de la prosperidad económica, de los avances tecnológicos, de las renovaciones industriales y de la transformación digital.
Allí, en América, en la del norte, en suelo estadounidense, se alumbran, cultivan, miman, animan y proyectan investigaciones que permiten a la humanidad ir a más. Por algo, Estados Unidos es la primera potencia económica mundial, con un PIB en 2019 superior a 19,1 billones de euros, por delante de la Unión Europa de los 27 cuyo PIB es de 13,9 billones y de China con un PIB de 13,3 billones. Pero hay algo más que catapulta a Estados Unidos como motor indiscutible del desarrollo de la ciencia. No es casualidad, pues, que Estados Unidos acumule hasta la fecha 382 Premios Nobel, ni que destine anualmente casi el 3% de su PIB a esfuerzo en investigación y desarrollo, más de 532.000 millones de euros, un poco por encima de España, que destina el 1,2%, o sea, 14.907 millones de euros. Ahí está Estados Unidos, reconstruyéndose, salvándonos y marcando estilo; acá, esta España nuestra, salvo que se remedie, en derribo económico…
Interrogantes en la Seguridad Social
Una de las preocupaciones que estos días aflige a la ciudadanía es si los números de la Seguridad Social aguantarán. El fuerte gasto social que, a raíz de los «viernes sociales» y los «martes generosos», ya de por sí iba trepando en una coyuntura como la ex ante la Covid-19, ahora, en las actuales circunstancias, se agudizará. En 2019, las cotizaciones sociales sumaron 150.000 millones de euros, 11.000 millones más que en 2018 (139.000 millones). Si bien la fuerza laboral productiva creció en 2019, buena parte del porqué del aumento reside en las subidas de las cotizaciones. Así que, en total, los Fondos de la Seguridad Social ingresaron en 2019, 167.000 millones de euros, insuficientes para cubrir los 183.000 millones de gastos, lo que agujereó nuevamente las cuentas de la Seguridad Social que tuvo un déficit de 16.000 millones de euros. La mochila de déficit acumulado por la Seguridad Social desde 2011 hasta 2019 pesa 115.414 millones de euros con signo negativo. Por consiguiente, acá está la erupción deficitaria de uno de los volcanes de nuestras cuentas públicas.
¿Qué previsiones hay para 2020, según el Programa de Estabilidad? La recaudación por cotizaciones sociales, atendiendo a los números formulados por el Gobierno, se estima en 151.000 millones de euros. Ahora bien, el misterio es a cuánto ascenderán las prestaciones sociales a cargo de la Seguridad Social, porque el monto total de prestaciones sociales para 2020, según el Programa de Estabilidad, alcanza 197.000 millones de euros. ¿Qué cantidad, de este montante, corre por cuenta de la Seguridad Social? El agujero de 2020 será histórico.
El silencio de los corderos
La economía española cada vez más parece una pira funeraria, y cada vez que algún miembro, o «miembra», del gobierno habla, no solo suelta una patada despiadada a la economía española, sino que enciende la mecha para que el fuego prenda la pira de nuestra economía. Da la impresión que, desde las esferas gubernamentales, se quiere arrasar nuestra economía productiva, conduciendo a la bancarrota a empresas y autónomos, haciendo que todo quisque viva subsidiado por el Estado y desembocando, no en una economía intervenida, como ahora, sino en una economía sovietizada. ¿Qué es sino derogar la reforma laboral y dar pábulo al paro a mansalva?
Los avales del Estado a las empresas no fluyen. Dinero de ERTE que no llega. El empobrecimiento de la población, pequeños empresarios, autónomos y trabajadores, se agudiza. Montes de piedad con actividad frenética por la avalancha de empeños a cambio de un préstamo. Colas del hambre en la España de la Unión Europea y de la zona euro. Al sector turístico se le humilla: cuarentena, que si es un sector deplorable… Ni una sola ayuda a un sector, el turístico, que da empleo a casi tres millones de personas y mueve 170.000 millones de euros, actuando como tractor de nuestra economía. A la hostelería se la envía al paredón. Al comercio se le prohíbe hacer rebajas, hundiéndolo en la miseria. Se investiga a agricultores por esclavitud y malos tratos. Y aun cuando la empresa agonice, se prohíbe despedir.
El intervencionismo de la economía española, negando el pan y la sal a nuestras empresas, es absoluto. De remate, subidas de impuestos, en pleno desplome económico, para dar la puntilla. Pero ahí está la docilidad de los españoles que aguantan estoicamente, sin rechistar. El silencio de los corderos, y España cayendo al más profundo de los abismos.