«Pregunté al Papa si creía que la torre de María de la Sagrada Familia debía ser más alta que la de los evangelistas y me contestó: sin ninguna duda»
«Visité al Papa emérito Benedicto en su residencia del Vaticano. Hablamos de la basílica de la Sagrada Familia. De aquel domingo de noviembre en Barcelona, el de la dedicación del templo, tenía un recuerdo inolvidable, que se confirmó por el interés que manifestó sobre el estado actual de las obras de construcción de los exteriores de la basílica. Le hice una consulta, como muy buen teólogo que es. En el proyecto de Gaudí, la torre dedicada a María era algo más baja que las cuatro dedicadas a los evangelistas que rodean la torre de Jesucristo, la más alta del templo. Seguramente obedecía a algún factor estético. Pero considero que la torre de María, la Madre de Dios, tiene que ser algo más alta que la de los evangelistas. Pedí al Papa su parecer y me contestó: sin ninguna duda. Como presidente de la fundación para la construcción del templo dije a los arquitectos que fuera así y así será. Gaudí, por su devoción a la Virgen María bajo las advocaciones de Misericordia, Montserrat y Merced, sin duda lo contemplará desde el cielo con muy buenos ojos».
Ésta es una de la revelaciones que Lluís Martínez Sistach, arzobispo emérito de Barcelona y colaborador habitual de la Real Academia Europea de Doctores-Barcelona 1914 (RAED), realiza en «Un cardenal se confiesa» (Planeta), una extensa obra donde responde a las preguntas del periodista y sacerdote Jordi Piquer Quintana. A lo largo de sus más de 300 páginas, el cardenal explica sus experiencias desde su ordenación en 1961 y como obispo auxiliar de Barcelona, obispo de Tortosa, arzobispo de Tarragona y arzobispo de Barcelona. Una vida dedicada a la iglesia catalana en la que no ha rehuido de los problemas sociales y políticos que se ha ido encontrando a su paso.
El cardenal rememora también su estrecha amistad con el Papa emérito Benedicto XVI, que visitó Barcelona para la dedicación de la basílica de la Sagrada Familia tras sus gestiones personales, la sorpresa que supuso su renuncia al papado y la elección del actual Papa Francisco, en la que participó como cardenal elector. «El tiempo que duró el cónclave fue para mí un tiempo de silencio, de oración y de reflexión centrado plenamente en la Iglesia, en la misión que realiza y ha de realizar en el mundo, en los grandes retos que presenta el mundo de hoy a nuestras generaciones y a la misma Iglesia y en la ayuda que el sucesor de Pedro que sea elegido pueda prestar al mundo creado y amado por Dios. Pienso que el cónclave ha sido el momento de mayor trascendencia que he vivido en mi vida», confiesa en el libro.
Martínez Sistach habla también de su relación con el actual Papa y destaca su papel transformador en la Iglesia, desde su interés social hasta su valentía para abordar asuntos como el medio ambiente y la concepción de una familia más abierta que la tradicional.