Bernardo Rabassa, presidente de honor y de Relaciones Exteriores del Club Liberal Español, presidente de la Fundación Instituto Europeo para la Comunicación Social y colaborador de la Real Academia Europea de Doctores-Barcelona 1914 (RAED), reproduce en su artículo «Historias de mi vida liberal: la política no se trata de la distinción amigo-enemigo, sino de una lucha por el Estado de Derecho», publicado en el portal Estrella Digital el pasado 15 de junio, el artículo «Se libra la lucha por el Estado de Derecho», que el pensador suizo y profesor de la Pontificia Universidad de la Santa Cruz de Roma Martin Rhonheimer publicó en el diario «Neue Zürcher Zeitung» en noviembre de 2022.
En su reflexión, Rhonheimer sostiene que la política occidental ha cambiado su percepción respecto al escenario geopolítico debido a la amenaza que representa Rusia y su presidente, Vladímir Putin, para todo el continente tras su sangrienta invasión de Ucrania y pretendida anexión de parte de su territorio. Sin embargo, el autor argumenta que la esencia de la política no se basa en la distinción entre amigos y enemigos, sino en la ley, de ahí que defienda que el Estado de Derecho es el fundamento de la democracia y de las políticas de este siglo XXI y que Putin debe ser considerado un enemigo, incluso en su país, porque desprecia las libertades y la ley internacional.
«El nombre Putin ahora representa todo lo que contradice los valores e ideales occidentales. El presidente ruso amenaza nuestra paz, seguridad y prosperidad. Es el enemigo clásico, no solo del pueblo y la nación ucraniana, sino del Occidente libre. La política ahora, de repente, ya no es un evento de caridad y bienestar; se ha convertido en un asunto amargamente serio. El reciente llamamiento de un Jürgen Habermas a la renovación de la razón comunicativa y al diálogo con el agresor parece poco realista en este contexto. Por el contrario, la definición de Carl Schmitt de lo político como una distinción entre amigo y enemigo parece ser una alternativa a la negación de la realidad de Habermas y una brújula más clara», incide el pensador.
Rhonheimer se hace eco de una reciente reflexión del filósofo austríaco Konrad Paul Liessmann, quien escribió en el mismo «Neue Zürcher Zeitung» tras la invasión rusa de Ucrania que en el actual escenario ya no tiene espacio el buenismo. «Ahora se trata de recuperar la intuición de que no existe una política digna de ese nombre sin la distinción entre amigo y enemigo», señaló. «No es porque la Rusia de Putin se haya revelado como nuestro enemigo que ahora estamos en condiciones de redescubrir lo político, sino al revés: porque lo político en el entendimiento de Europa se basa en el Derecho, podemos reconocer a Putin, el gran despreciador de la ley, como nuestro enemigo. De lo contrario, él podría simplemente ser el más fuerte, el más inteligente, alguien con quien tal vez, con un poco de razón comunicativa, llegásemos a un compromiso después de todo, solo para que no tengamos que congelarnos en invierno», concluye el profesor de la Pontificia Universidad de la Santa Cruz.