Teresa Freixes
Catedrática Jean Monnet ad personam, académica de número y vicepresidenta de la Real Academia Europea de Doctores-Barcelona 1914 (RAED)
Artículo publicado en el diario «El Mundo» el 29 de enero de 2021
Teresa Freixes, catedrática Jean Monnet ad personam, académica de número y vicepresidenta de la Real Academia Europea de Doctores-Barcelona 1914 (RAED), reflexiona en el artículo «Alea jacta est», publicado en el diario «El Mundo» el pasado 29 de enero y recogido también en su blog personal, teresafreixes.wordpress.com, sobre las elecciones que celebra Cataluña este 14 de febrero y sobre las peculiaridades del sistema electoral, que ha venido favoreciendo históricamente a las opciones nacionalistas. La cita llega, además, en un momento marcado por la inhabilitación del último presidente, Quim Torra, y la concesión del tercer grado penitenciario en plena campaña electoral de algunos de los responsables políticos del proceso independentista.
«Las dos grandes tendencias políticas en las que se agrupan los pro y los anti secesionismo, llegan divididas a la consulta electoral. Nada nuevo, por cierto, ya que lo mismo sucedió en las convocatorias anteriores, saldadas, siempre, con el triunfo en votos de los partidos no secesionistas, que no tiene traducción en los escaños por ellos obtenido ya que la ratio votos/escaños no se corresponde con el derecho al voto de igual valor preconizado por la Constitución y recomendado por la Comisión de Venecia. El voto secesionista se concentra en ciertas circunscripciones (Lleida y Girona básicamente), en donde el voto de cada persona tiene un valor de 2,4 veces mayor que el voto emitido en las grandes zonas urbanas, factor que en Estados Unidos fue declarado anticonstitucional por el Tribunal Supremo, lo que obligó a la reforma de las leyes electorales de las asambleas legislativas en diversos estados, por considerarse que un voto tan claramente desproporcional deterioraba la calidad del sufragio», esgrime la académica.
Para Freixes, el nacionalismo no sólo ha aprovechado este factor, sino que ha blindado una ley electoral que le favorece, ya que para modificarla se requiere la aprobación de dos tercios del Parlamento. Aunque a esta apuntada ventaja inicial del independentismo en una nueva contienda electoral se añaden, según el análisis de la académica, factores que hacen que la cita con las urnas tenga un carácter muy abierto. «No está nada claro cuál puede ser el resultado electoral en estas condiciones. Visto que no parecen plausibles acuerdos electorales previos que pudieran favorecer el voto no secesionista, no sabemos cómo puede jugar la abstención. Tampoco si la división que presenta el nacionalismo, sector en el que parecen emerger opiniones menos radicales que las defendidas por la antigua Convergència o Esquerra Republicana (no hablemos ya de la CUP y afines), puede también incentivarla en sus zonas de mayor influencia», señala.
«Saber que es difícil ganar y el miedo a la pandemia agitado desde las instancias oficiales juega en contra de las opciones constitucionalistas. Pero según recientes encuestas, las espadas están en alto, sin que se vea con rotundidad un claro ganador. Los movimientos habidos en las candidaturas buscan crear un efecto movilizador que no está claro en qué sentido puede jugar. Y parece ser que, en función de lo que se obtenga, los resultados pueden potenciar la repetición de un gobierno del secesionismo o la vuelta a un nuevo tripartito. Todo un ‘déjà vu’. Quedaría por explorar la posibilidad de un parlamento en el que los partidos no secesionistas tuvieran la mayoría y pudieran formar gobierno, lo cual constituiría una novedad importante, pero sería necesario para ello que tales partidos, además de obtener la mayoría en votos y en escaños generasen acuerdos de gobierno que fueran claros en el respeto a la democracia y al Estado de Derecho», concluye.