Daniel Turbón
Catedrático emérito de Antropología Física de la Universidad de Barcelona y académico de número de la Real Academia Europea de Doctores-Barcelona 1914 (RAED)
Daniel Turbón, catedrático emérito de Antropología Física de la Universidad de Barcelona y académico de número de la Real Academia Europea de Doctores-Barcelona 1914 (RAED), comparte con la comunidad académica el estudio «The distinctive character of human being in evolution», publicado por la revista científica «Scientia et Fides» en su último ejemplar (número 8, volumen 2), correspondiente al segundo semestre de 2020. En él, el reconocido antropólogo incide en la importancia de la cultura y la sociabilidad en el proceso de evolución del ser humano. Algo intrínseco y exclusivo a nuestra especie.
«Los seres humanos, tal como los conocemos y entendemos hoy, son el resultado de un largo proceso de dos millones de años que los ha convertido en uno de los seres biológicos más poderosos y hermosos. El proceso de encefalización en humanos, combinado con el desarrollo de áreas del habla, provocado por una reorganización neurológica que pudo haber tenido lugar antes del aumento del tamaño del cerebro, ha permitido a la humanidad generar una tremenda capacidad cognitiva que a su vez ha llevado al desarrollo de lo que conocemos como cultura. La cultura influye en el desarrollo biológico. Ninguna otra especie ha logrado algo parecido en ninguna parte. Para la supervivencia humana, la cultura es una nueva dimensión, un nuevo hábitat, que la humanidad tiene que adaptar a medida que lo crea. La cultura no está escrita en el genoma, pero puede transmitirse y comunicarse gracias al habla. Esto permite compartir y transmitir conocimientos a otros miembros del grupo o sociedad, para comunicar ideas, conceptos y abstracciones», se señala en el resumen inicial del trabajo.
Turbón explica cómo este conocimiento humano permite a una sociedad formar una estructura y hacerla más compleja que una simple aglomeración de individuos, al mismo tiempo que crea un entorno donde criar a los hijos es viable, ya que puede garantizar su supervivencia, brindándoles el tratamiento adecuado que les permita llegar a la edad adulta. «De ahí la necesidad de comprender la esencia de la historia natural humana; la importancia de prestarle suficiente atención para que lo atractivo de su historia no se vuelva indigesta», insiste el académico.
El trabajo sintetiza las características que han marcado la evolución humana, alejándola de la del resto de seres vivos que han habitado y habitan la Tierra: la complejidad de los sentimientos, gracias a una transformación única del sistema límbico; la autoconciencia, con el sentido del yo y de los demás; la abstracción y la ética, proveedora de los valores morales; la libertad; el simbolismo conceptual (matemático) y de los sentidos (arte); la conciencia de futuro, acompañada del sentimiento de muerte; la capacidad de gestionar combinaciones y permutaciones, lo que permite la formulación matemática y gramática, base de un lenguaje articulado; los sentimientos artísticos y religiosidad, y el sentido del humor y la ironía.
«El surgimiento del homo habilis, en la fase final del Plioceno, supone el del primer homínido que se distanció sustancialmente de su animalidad, el que desarrollo nuevos mecanismos para la supervivencia, el que por fin empleó las manos para transformar materiales duros e intratables, el que construyó un refugio detrás de los muros de roca y el que habló de lo que estaba haciendo. Ese momento de la transmutación merece, quizás exige, ser calificado como trascendental. El homo habilis fue capacitado por su revolución cerebral para alcanzar un nuevo modo de evolución, como un homínido articulado, ligado al lenguaje y dependiente de la cultura», concluye Turbón señalando lo que él considera el cruce del Rubicón de la humanidad.