Francisco López Muñoz, profesor de Farmacología y director de la Escuela Internacional de Doctorado de la Universidad Camilo José Cela y académico de número de la Real Academia Europea de Doctores-Barcelona 1914 (RAED), impartió el pasado 13 de diciembre en la Facultad de Farmacia de la Universidad de Alcalá, con motivo del Día de la Patrona, la Inmaculada Concepción, la conferencia «La botica cervantina: A propósito de los agentes psicotrópicos en la obra literaria del Príncipe de las Letras».
En su exposición, el académico realizó un recorrido por la terapéutica farmacológica en la España de los Siglos de Oro y analizó la obra de Miguel de Cervantes desde la perspectiva del uso de los agentes farmacológicos dotados de actividad psicotrópica. Un recorrido que va desde los remedios terapéuticos, fundamentalmente para el tratamiento de personajes muy frecuentes en la literatura cervantina como dementes, locos y enajenados (sedantes como el opio, evacuantes como el eléboro, tónicos, irritantes…), a los agentes tóxicos y venenosos, fundamentalmente alucinógenos y narcóticos, en el ámbito de la práctica de la brujería y hechicería (filtros de amor, pócimas venenosas), pasando por los compuestos alexifármacos (cuerno de unicornio, piedras bezoares, castóreo) y las sustancias de abuso (ungüentos de brujas). El empleo de distintas sustancias como ingredientes de estos compuestos, tanto por parte de la medicina oficial como de la práctica heterodoxa realizada por diferentes sanadores, no permitía diferenciar claramente entre medicamentos y venenos, estribando esta diferencia muchas veces sólo en la dosis administrada, en la susceptibilidad individual o en el proceso diferencial de acumulación orgánica. Baste recordar, en este sentido, las palabras de Paracelso en su obra «Defensiones»: «Todo es veneno… sólo la dosis hace el veneno».
Tras un breve análisis del fenómeno de la brujería y la hechicería y las características diferenciales de las mismas en la España Áurea, López Muñoz incidió en la composición de los preparados elaborados por estos colectivos, destacando las plantas alucinógenas de la familia de las Solanaceae (beleño, mandrágora, belladona, estramonio…), junto a otras plantas e ingredientes de procedencia animal, como sustancias obtenidas de ciertos anfibios (sapos o escuerzos), muy presentes en la simbología asociada a la brujería y en la elaboración de pócimas mágicas y venenosas. O los polvos de cantáridas, resultantes de la molienda de la denominada mosca española, un ingrediente habitual de los filtros de amor.
En el transcurso de su intervención, Francisco López Muñoz defendió la hipótesis de que Cervantes se vio influido por la obra «Materia Médica de Dioscórides», del médico segoviano judeoconverso Andrés Laguna, para documentarse en materia farmacoterapéutica. Esta hipótesis se basa, entre otros elementos y según la opinión del académico, en la existencia de esta obra técnica en la biblioteca privada cervantina, según la reconstrucción de la misma llevada a cabo hace unos años. De hecho, el «Dioscórides» es la única obra de carácter científico-médico que cita Cervantes en toda su producción literaria, en concreto en «El Quijote» (Parte I, capítulo XVIII).
Además, es frecuente, como ha demostrado el investigador en sus numerosas publicaciones sobre este tema, el empleo por parte de Cervantes de descripciones similares a las aportadas por Laguna: las propiedades terapéuticas del romero en el tratamiento de heridas y traumatismos en «El Quijote», los efectos narcóticos del opio en «El celoso extremeño», los efectos psicodislépticos de algunos filtros de amor en «El licenciado Vidriera» o los efectos tóxicos de algunos venenos en «La española inglesa». Incluso ha confirmado que, en algún caso, se llega a citar casi literalmente algún párrafo de los comentarios de Laguna en su «Dioscórides», como el efecto purgante del ruibarbo en el exceso de cólera en «El Quijote» o los efectos alucinógenos de los ungüentos de brujas en «El coloquio de los perros».
Francisco López Muñoz concluyó comentando que Cervantes demostró en sus obras tener amplios conocimientos de medicina, además de por la lectura y manejo de diversos tratados de terapéutica como el mencionado «Dioscórides», también por su estrecha vinculación con el mundo sanitario a través de su entorno familiar y de amistades. En suma, los textos cervantinos, a pesar de no ser, en modo alguno, tratados científicos, posibilitan, en opinión del académico, una acertada aproximación a los usos y efectos de los agentes farmacológicos en la España tardorrenacentista.