August Corominas, profesor de Fisiología Humana de la Universidad de Murcia y de la Universidad Autónoma de Barcelona y académico emérito y miembro del Senado de la Real Academia Europea de Doctores-Barcelona 1914 (RAED), presenta a la comunidad académica su artículo «Aspectos biológicos y conceptuales del proceso de morir», una reflexión que parte del curso de doctorado «El proceso de morir», realizado en el Hospital Germans Trias i Pujol de Badalona y en el que él mismo impartió junto a otros docentes.

La cultura de la muerte

La muerte es un fenómeno biológico protagonizado por organismos pluricelulares. La muerte es la etapa final de la vida. Estudiamos mucho la vida, pero ignoramos o huimos del problema de la muerte. Para la sociedad actual la muerte es una situación prohibida y vergonzosa: es un tabú. La sociedad capitalista huye tanto del problema que incluso falta sintonía con la lentitud del ‘tempus’ natural por el proceso de morir. Falta tiempo para la reflexión pausada y tranquila. Por otro lado, existe un importante mercantilismo en torno a la muerte. Morir es un proceso muy mercantilizado y muy caro. Hoy falta cultura de la muerte.

En el proceso de morir podemos considerar tres aspectos diferentes. El primero es el aspecto individual o personal, considerando la esfera somática, la esfera psíquica y la espiritual o trascendental. El segundo aspecto es el colectivo o sociosanitario, en el que interesa señalar el equipo sanitario, el entorno social y el entorno familiar. El tercero y último aspecto sería la institucionalización del proceso de morir.

Estudio del proceso de morir

Cada vez más, médicos, sanitarios y sociólogos se están interesando en estudiar la muerte desde varios puntos de vista como biológico, psicológico, teológico, etnológico y existencial-filosófico. Hoy en muchas universidades europeas se están impartiendo cursos de doctorado, posgrado y máster sobre un problema tan trascendental como es el proceso de morir.

Definición de la muerte

Partimos de la hipótesis de trabajo siguiente: el comienzo de la vida es en el organismo humano un fenómeno universal e idéntico para toda la humanidad. Es la fecundación de un óvulo por penetración de una parte de un espermatozoide. Por eso creemos que aunque los mecanismos intermedios sean muy variables, el punto final del proceso de morir sea el mismo en todos los humanos. Se habla metafóricamente de los jinetes de la muerte: cáncer, enfermedades cardiovasculares, accidentes cerebrovasculares, demencias, Alzheimer, sida, agresiones… Tenemos la hipótesis de que de cualquier modo el mecanismo final sería metabólicamente el mismo: entrada masiva de iones de cal dentro de unas estructuras de las células (especialmente cerebrales, neuronas) que se llaman mitocondrias. Es por ello que definimos la muerte como proceso desadaptativo (bioquímico y biofísico) catabólico, con tendencia a la entropía máxima, poiquilotermia y destrucción de las bombas de sodio y cal de la membrana con carencia de síntesis de ATP; todo ello relacionado con la entrada brusca y masiva de iones de cal en las crestas mitocondriales.

Esta definición, que es algo compleja para alguien no acostumbrado a terminología científica, se podría simplificar diciendo: falta de fabricación dentro de las células del combustible (ATP, adenosintrifosfato) necesario para cualquier función (contracción muscular, digestión, función hepática…). Esta carencia sería debida a la destrucción de mitocondrias, lugar donde se fabrica ATP.

Verificación de la muerte

Una de las preocupaciones importantes de la humanidad desde hace muchos siglos es establecer con certeza el diagnóstico de la muerte. Desde la Edad Media fue una preocupación en las epidemias de peste el entierro de personas vivas. Por eso se introdujo el diagnóstico de muerte mediante un espejo y ver si éste cambiaba de aspecto por el aliento del supuesto cadáver. En este último siglo se empleaba el movimiento del corazón por el diagnóstico. Es muy importante la verificación y definir perfectamente los signos de la muerte.

Actualmente, el problema tiene otra connotación, la posibilidad del uso (por los trasplantes) de un cadáver. El aprovechamiento de determinados órganos nos obliga, aún más, a poder tener una total certeza de muerte según las técnicas más modernas (EEG, potenciales evocados multimodales, ‘ecodopller’ transcraneal, gammagrafía isotópica o arteriografía cerebal).

August Corominas Vilardell

Dr. August Corominas

Los criterios de la bioética

Muchos son los equipos multidisciplinares que se han preocupado de dar normas para el diagnóstico certero de la muerte. Quizás uno de los más interesantes es el del Comité de Muerte cerebral de Harvard, que establece como puntos necesarios la inexistencia de los signos de captación y respuesta a cualquier estímulo exterior, de reflejos troncoencefálicos como reacción pupilar, movimientos oculares, parpadeos, deglución, respiración, y también que el EEG sea absolutamente plano tras realizar el estudio en tres ocasiones. Hoy se considera necesario que el enfermo terminal (por ejemplo estando en la UVI) no tenga en la sangre sustancias como son las benzodiacepinas.

Comentario final

El tema de la muerte, como punto final del proceso vital, es un tema complejo que ha sido menospreciado por la sociedad actual, pero en los últimos años deja de ser tabú para convertirse en un fenómeno interesante para los especialistas en bioética y en medicina paliativa. Es un proceso en el que siempre debemos tener en cuenta seis elementos: el enfermo o moribundo, la familia, el equipo sanitario, el acto del exitus, el duelo y la ceremonia del entierro.