Miquel Ventura, director de proyectos de la Fundación Pro Real Academia Europea de Doctores e impulsor del proyecto de observación y protección de la biodiversidad marina Silmar, explica en el último número de la revista «Geo» las principales conclusiones que han permitido extraer, sobre la salud de la biodiversidad del Mediterráneo, las estaciones de control implantadas en la costa catalana en los últimos años y, en particular, de la ubicada frente a la barcelonesa playa de la Mar Bella. «El bajo porcentaje de especies sésiles filtradoras nos da una idea de que la zona presenta una elevada turbidez del agua que dificulta el desarrollo de este tipo de organismos marinos», señala en el artículo «Plastiterráneo», en el que diversos expertos alertan sobre el alto grado de contaminación del Mediterráneo, especialmente por residuos plásticos. Para el biólogo marino, uno de los principales problemas que afronta la salud de la vida en el mar, y especialmente en las proximidades de las zonas urbanas, radica en que solo un 0,26% del Mediterráneo tiene algún grado de protección, que a veces no se lleva a cabo, y cifra en al menos un 20% la superficie marítima que debería estar protegida para salvaguardar con una mínima garantía su futuro.
El último informe de la Estación Silmar de la Mar Bella, en Barcelona determinaba la presencia de al menos cuatro especies invasoras detectadas en las observaciones y señalaba que en el Mediterráneo se han introducido en la última década más de 900 especies foráneas provenientes de otros ecosistemas marinos, el 15 % de las cuales son potencialmente invasoras. «Hasta ahora, el Mediterráneo y nuestro litoral marino mostraban resiliencia ecológica, pero por un cúmulo de hechos como la contaminación del mar con microplásticos o el incremento del transporte marítimo, estamos privándolo de su capacidad de defensa y regeneración. Más del 40 % de las especies de interés comercial que se pescan en el Mediterráneo oriental actualmente ya son especies foráneas e invasoras que se han instalado en estos nuevos ecosistemas marinos y el futuro puede ser aún más desalentador», señaló Ventura en aquel momento.
Como ha destacado el propio director de proyectos de la Fundación en diversos artículos publicados en los medios de comunicación de la Real Academia Europea de Doctores-Barcelona 1914 (RAED), la producción de plástico a escala mundial genera 275 millones de toneladas de residuos plásticos/año, un volumen superior a la producción anual, dado que se incorporan stocks producidos de años anteriores más el cómputo del reciclaje. En las ciudades costeras del planeta ubicadas a menos de 50 km de la costa (unos 2.000 millones de personas viven en esta franja litoral) se generan unos 99,5 millones de residuos plásticos/año y la mala gestión de estos subproductos generan 31,9 millones de toneladas/año de plásticos de los cuales llegan al mar unos 8 millones de toneladas/año, el 20% de los cuales queda flotando en la superficie marina y el resto se hunde.
La RAED y su Fundación siguen comprometidos con el propósito de proteger el medio marino y poner en valor su capital natural, tanto a nivel ecológico como económico y humano, a través del Proyecto Silmar y de la iniciativa Bluecapitals. Dos acciones disruptivas, útiles y muy necesarias para contribuir desde la acción local a preservar y proteger el patrimonio marino. «En los últimos años, la sociedad global se ha hecho algo más consciente del nivel de contaminación del mar, sabiendo que más del 80% de los residuos que se encuentran en el gran océano provienen de los ríos y las zonas litorales humanizadas. Además, gran parte de la contaminación de las aguas costeras y, específicamente, en mares cerrados como el Mediterráneo, el mar Negro, el Báltico, el Caspio o el mar Rojo, proviene de la contaminación orgánica de aguas residuales de los pueblos y ciudades que hay en sus cuencas. Aguas que también aportan residuos de alimentos, aceites, microfibras, microplásticos, subproductos de higiene e infinidad de compuestos químicos como detergentes, ceras, siliconas, micropartículas de caucho, mezclado con bacterias, virus y otros microorganismos insalubres, además de efluentes de origen agrícola con altos niveles de pesticidas, fósforo y nitrógeno. Un caldo de cultivo que favorece la proliferación de bacterias patógenas, microorganismos y algas que consumen el oxígeno disuelto en la columna de agua marina, empobreciendo hábitats y ecosistemas y facilitando la aparición de especies oportunistas e invasoras», señaló Ventura en su último artículo publicado en la Newsletter de la Real Academia, «Comprometidos con la biosfera y el mar».