Francisco López Muñoz
Profesor de Farmacología y vicerrector de Investigación y Ciencia y director de la Escuela Internacional de Doctorado de la Universidad Camilo José Cela. Académico de número de la Real Academia Europea de Doctores-Barcelona 1914 (RAED)
Artículo publicado en la edición española del portal académico «The Conversation» el 6 de agosto de 2020
Francisco López Muñoz, profesor de Farmacología de la Universidad Camilo José Cela y académico de número de la Real Academia Europea de Doctores-Barcelona 1914 (RAED), explica en el artículo en «The Conversation» titulado «Cuánto pesa el alma humana», del cual es coautor junto con Francisco Pérez Fernández, profesor de Psicología Criminal, Antropología y Sociología Criminal, la inconsistencia de una creencia arraigada en diversos ámbitos y extendida en la cultura popular gracias a la película «21 gramos», de Alejandro González Iñárritu. Se trata del supuesto peso que tendría el alma humana.
«En 1907, los rotativos ‘Boston Sunday Post’ y ‘The New York Times’ sorprendieron con la noticia de que Duncan MacDougall, un desconocido médico de Haverhill, Massachussetts, habría ‘demostrado’ que el alma humana pesaba alrededor de 21 gramos. MacDougall partía de la hipótesis de que el alma humana debería poseer algún rastro físico, pues carecería de sentido que, si algo existe, no pudiera medirse. Ideó un original procedimiento experimental para adentrarse en la cuestión: localizó a seis pacientes desahuciados cuya muerte era inminente. Estos reunían la condición de fallecer agónicamente en sus camas, lo que le permitiría estar presente durante los óbitos y establecer los pertinentes controles. En la cercanía del óbito, McDougall depositaba las camas sobre una báscula de precisión, cuyo margen de error no superaba los 5,6 gramos. Al mismo tiempo, como presumía que el alma era un elemento esencial de la especie humana que no debería estar presente en otras especies, decidió emplear perros como control, a los que previamente hubo de envenenar».
Los resultados de MacDougall no fueron en absoluto concluyentes y, desde un principio, fueron muy cuestionados por la comunidad médica y científica de su época. Asimismo, tampoco resultaron satisfactorios experimentos posteriores realizados con rayos X en el momento de diversos decesos. Sin embargo, la difusión de estas prácticas llevó a que arraigase la creencia de que efectivamente existía un rasgo físico para el alma. Una creencia nunca argumentada con un mínimo rigor científico y ampliamente difundida en nuestros días por la cinta cinematográfica de González Iñárritu.