Salvador de Brocà, profesor emérito de la Universidad Rovira i Virgili y del Monasterio de Poblet, académico emérito de la Real Academia Europea de Doctores-Barcelona 1914 (RAED) y presidente de su Sección de Ciencias Humanas, y Pilar Bayer, catedrática emérita de la Universidad de Barcelona, fundadora del Seminario de Teoría de Números de Barcelona, miembro de la junta de la Sociedad Catalana de Matemáticas, vicepresidenta de la Sección de Ciencias Experimentales y también académica numeraria de la RAED, protagonizaron el pasado 26 de mayo el acto académico «Homenaje a Beethoven», que se realizó en la sede de la Real Academia. La sesión fue presentada por Xabier Añoveros, académico de número y vicepresidente de la Junta de Gobierno de la RAED.
De Brocà protagonizó la primera parte de la sesión, centrada en «El Romanticismo». En ella ofreció una referencia cultural de la época, un momento marcado por un lenguaje expresivo y emocional que dependía, históricamente, de la Declaración de Independencia de las colonias británicas en Norteamérica en 1776 y la Revolución Francesa en Europa en 1789. «El romanticismo es un estado del espíritu definible por dos notas concretas: intimidad, que se trasciende, y sentido de la historia, que se interioriza dando razón del individuo y de la colectividad en el concepto de nación. La nueva figura del hombre romántico, poeta, estadista o filósofo, pone ahora el centro de la realidad en la acción, como es evidente en el filósofo Johann Gottlieb Fichte y en el ‘Fausto’ de Johann Wolfgang von Goethe«.
Para De Brocà, ese nuevo hombre renuncia a la contemplación y a la quietud por una acción infinita, puesto que lo importante no es llegar, sino ir, irse, hacer. Asimismo, se abre paso el mundo de la noche y del sueño, símbolos mediante los cuales el artista romántico confía en poder comunicar con la realidad más profunda, sobrepasando la dimensión del mundo sensible, mera parábola. «Pasamos de un arte analítico, descriptivo y queridamente objetivo, a formas que buscaban la expresión de una visión global y eminentemente subjetiva, una estética que afirmaba la intemporalidad de la belleza y la aspiración irrenunciable a transformar la realidad, a fin de reflejar una subjetividad exaltada y un sentimiento de distancia en relación al presente, abrumador, aburrido y miserable», explicó el académico.
El experto reseñó que precisamente esa riqueza de posibilidades expresivas de una parecida estética dio lugar, años más tarde, a una serie de corrientes artísticas que se originan: simbolismo, expresionismo, surrealismo, que pueden considerarse transformaciones evolutivas del romanticismo en la medida en que la estética romántica aparece como una estética de crisis profunda del modelo cultural francés dominante en toda Europa.
Bayer, por su parte, glosó la figura de Beethoven en la exposición «Beethoven, la persona y el artista», que dividió en cuatro partes. En la primera, revisó las efemérides más significativas de la vida del compositor relativas a su familia, sus maestros de música, sus protectores y sus amigos. En la segunda parte, Bayer se refirió al estado de aspectos técnicos musicales de la época, como el sistema de afinación templado, la evolución de los instrumentos de teclado, y la de las formas de composición musicales, analizando su eco en la producción del músico y su influencia posterior.
La obra de Beethoven fue comentada en la tercera parte, haciendo uso de la catalogación de Georg Kinsky y Hans Halm de 1955, en la que se contabilizan 389 obras. Mencionó las obras más significativas de Beethoven, en el contexto general de la historia de la música, y las que han tenido una prevalencia más continuada en el tiempo. Finalmente, en una cuarta parte, analizó el rol de Beethoven en el contexto del sinfonismo en Barcelona, a partir del siglo XX.
El transcurso de la exposición fue ilustrado con la audición de cuatro audios, que contabilizaron un total de 15 minutos de música. Dos audios correspondieron al arreglo de una obra y de un motivo de Beethoven: el Minuete en Sol, WoO10, No2, grabado para la ocasión por Marcel·lí Bayer Isant (saxo tenor) y Pilar Bayer (piano), según un arreglo de Marcelino Bayer Gaspà de 1950, y un fragmento del 5º movimiento, Allegretto, de la Sexta Sinfonía, Op. 68 (1808), Pastorale, arreglado e interpretado para la ocasión por Marcel·lí Bayer (instrumentos de viento madera) y Santiago Careta (guitarras acústicas).
Los otros dos audios estuvieron dedicados a la audición de grabaciones originales: el sorprendente fragmento conocido coloquialmente como boogie-woogie del segundo movimiento, Arietta, de la Sonata para piano No 32 en do, Op.111 (1822), interpretado por Maurizio Pollini, y el inicio del Concierto para Violín y Orquesta en Re, Op. 61 (1806), en una grabación histórica de Jascha Heifetz y la Orquesta Sinfónica de Boston.