La Real Academia Europea de Doctores-Barcelona 1914 (RAED) prosigue con la serie que dedica a los académicos más notables de su centenaria historia y dedica esta vigesimoprimera entrega, como las cuatro anteriores, al quinto de los presidentes que ha tenido desde su fundación a principios del siglo XX hasta completar un ciclo dedicado a todos sus máximos representantes institucionales ya desaparecidos. En este caso se recuerda la figura de Luis Dolcet Buxeres, que ocupó el cargo de decano-presidente de la ya denominada Academia de Doctores de Cataluña y Baleares entre 1979 y 1989. Otra de las grandes figuras de la ciencia y el pensamiento que han formado parte de la RAED y que la actual Junta de Gobierno quiere agradecer, reconocer y reivindicar, en el convencimiento de que quien no tiene memoria, no tiene futuro. La selección de estos selectos académicos, de todos los ámbitos del conocimiento, es fruto de la investigación llevada a cabo para la publicación del «Libro del Centenario» de la Real Academia, editado hace ya tres años. Personalidades que trascienden su contexto histórico para aparecer hoy en día como referentes del saber.
Nacido en L’Hospitalet de Llobregat en 1909, cursó estudios de Medicina especializándose en Oftalmología y se doctoró en la Universidad de Madrid. Su labor investigadora lo llevó a la docencia en la Universidad Autónoma de Barcelona, donde formó a varias generaciones de oftalmólogos, y a dedicarse plenamente a la especialidad en el Hospital de la Vall d’Hebron de Barcelona, donde llegó a ser el Jefe del Servicio de Oftalmología hasta su jubilación. Asimismo ingresó en la Academia como académico de número en 1952, implicándose desde un principio en su actividad.
Miembro de la Junta de Gobierno presidida por Jorge Xifra, asumió la responsabilidad de decano-presidente a la dimisión de éste en 1979. Una década después, cumplidos los objetivos que se fijó en su mandato, dejó el cargo alegando motivos de edad. Durante su presidencia, Xifra no sólo afrontó la crisis que supuso el abandono forzoso de la institución de la sede que tenía en el edificio histórico de la Universidad de Barcelona, sino que reforzó su carácter académico gestionando su adscripción al Ministerio de Educación y renunciando a su mero caracter como colegial y asociativo, como constaba en el registro del Ministerio de Gobernación. En esta línea, limitó a 60 el número de académicos numerarios y se centró en abordar la investigación y prestigiar el título de doctor.
La presidencia de Dolcet estuvo marcada por la buena relación que supo mantener la Academia en plena transición con los gobiernos de la Generalitat, del Estado y con la Casa Real. De hecho, una delegación de la Academia fue recibida por el Rey Juan Carlos I en 1983 y seis años después, en 1989, el monarca aceptó la presidencia de honor de la institución y concedió a la Academia el título de Real que hoy exhibe con orgullo. El presidente también incidió en el carácter territorial de la Academia y durante su mandato celebró juntas de gobierno en Tarragona, Lleida, Girona y Palma de Mallorca. Asumidos sus objetivos y retirado de la vida docente, renunció al cargo para dar paso a José Casajuana, dejando en la institución y entre los académicos que coincidieron con él un recuerdo indeleble. La ya Real Academia tiene el honor de poder contar entre sus miembros con su hijo Manuel Dolcet, que siguió el ejemplo de su padre y ha desarrollado una larga trayectoria profesional como reconocido oftalmólogo.