José María Bosch Aymerich (1917-2015) es el protagonista de la vigesimosexta entrega que la Real Academia Europea de Doctores-Barcelona 1914 (RAED) dedica a las grandes figuras de la ciencia y el pensamiento que han formado parte de su historia y que la actual Junta de Gobierno quiere agradecer, reconocer y reivindicar, en el convencimiento de que quien no tiene memoria, no tiene futuro. Destacado arquitecto, ingeniero industrial y empresario, sus proyectos arquitectónicos e iniciativas empresariales marcaron varias décadas y aún son un referente. Aymerich fue académico de número de la RAED, donde siempre mantuvo un papel muy activo. La selección de estos selectos académicos, de todos los ámbitos del conocimiento, es fruto de la investigación llevada a cabo para la publicación del «Libro del Centenario» de la Real Academia, editado hace ya cuatro años. Personalidades que trascienden su contexto histórico para aparecer hoy en día como referentes del saber.
Nacido en Girona, a los nueve años se desplazó con su familia a Barcelona, donde cursó estudios de Ingeniería Industrial con premio nacional de fin de carrera. Eso lo llevó al Instituto Nacional de Industria. Como delegado de este organismo en Estados Unidos cursó un máster en el Instituto Tecnológico de Massachusetts para convertirse en el primer español en titularse allí. Asistió a las clases que impartían arquitectos de la talla de Alvar Aalto, Le Corbusier o Walter Gropius, y a su vuelta completó la carrera de Arquitectura. En 1947 ganó por concurso el puesto de director técnico industrial de la Zona Franca de Barcelona e incidió decisivamente en la ubicación en Barcelona de la primera fábrica de la SEAT, pese a la oposición del entonces director general de la empresa, José Ortiz Echagüe, que propuso instalarla en Bilbao.
En 1951 fundó y proyectó la sede del Instituto de Estudios Norteamericanos y fue decisivo en la normalización de relaciones entre España y Estados Unidos dos años después. Sus contactos con el mundo de la empresa norteamericana le llevó a impulsar negocios petrolíferos en Oriente Próximo. Como arquitecto, en 1956 proyectó un rascacielos de 40 plantas en la plaza de Catalunya de Barcelona que no llegó a construirse y un barrio entre el periférico y abandonado sector marítimo de la montaña de Montjuïc y el puerto de Barcelona, que tampoco pasó de una maqueta. Todo ello le hizo merecedor del Gran Premio de Arquitectura de la III Bienal Hispanoamericana de Arte y el primer premio del Salón Internacional de Arquitectura de París.
En 1967 creó la estación de esquí de La Masella con hoteles y urbanizaciones y en la década de 1970 materializó el proyecto de la urbanización de La Moraleja en Alcobendas. Funcional, corporativa y residencial, su arquitectura es un referente con edificios emblemáticos como el Hotel Cap Sa Sal de Begur, el edificio Toblerone de Almería o el edificio de Banca Madrid del madrileño paseo de la Castellana. En 1996 creó una fundación que lleva su nombre para promover actividades culturales y sociales vinculadas con la arquitectura y el urbanismo.