Pedro Rocamora, doctor en Derecho, Psicología y Medicina-Neurociencia, ingresó como académico de honor de la Real Academia Europea de Doctores-Barcelona 1914 (RAED) durante una solemne ceremonia que se celebró el pasado 11 de noviembre en la sede de la Real Academia Nacional de Farmacia, en Madrid. El recipiendario leyó el discurso de ingreso «Neurociencia y derecho penal», en el que abordó diversos aspectos legales sobre la pena privativa de libertad, las psicopatologías de la reclusión, las teorías psicosociales de la violencia y los factores psicopatogénicos y delictógenos. Le respondió en nombre de la Real Corporación la académica de número y vicepresidenta de la Junta de Gobierno Àngels Calvo.
El nuevo académico inició su disertación explicando su interés por abordar aspectos tradicionalmente impermeables en la investigación desde un ámbito pluridisciplinar y recordó cómo conoció de primera mano los estudios del neurofisiólogo José Manuel Rodríguez Delgado sobre estimulación eléctrica cerebral, que abría la posibilidad de modificar conductas en animales. Una línea de trabajo que, a su entender, y a falta de estudios y un riguroso desarrollo científico, abre la vía a que las neurociencias puedan convertirse en un complemento e incluso alternativa a las actuales penas privativas de libertad que contempla del derecho penal y que pueden dar lugar a diversas psicopatologías derivadas de la reclusión. «Es evidente que la pena privativa de libertad, en su actual concepción, está en crisis. Esta crisis no es uniforme, porque todos los modelos penitenciarios no son iguales; probablemente algunas instituciones de los países escandinavos sean la excepción. La crisis de la pena privativa de libertad tiene como manifestaciones las psicosis y la violencia carcelaria», señaló.
Abordando los factores sociales y culturales que acompañan a la delincuencia, Rocamora coincidió con la mayoría de los expertos en esta materia en que el mejor instrumento para reducir los delitos no es la sanción, sino la prevención. Por ejemplo, bajar los índices de pobreza y desempleo, reducir la crispación y aumentar todos los consensos, incrementar la estabilidad social y económica, acrecentar la cultura o cultivar desde la escuela la educación para la solución no violenta de los conflictos. «La sociedad se vuelve más psicopatogénica y delictógena cuando hay hambrunas y guerras, cuando hay pobreza, frustración, escasa participación en la toma de decisiones, inestabilidad social y política, y también cuando el hombre está al servicio de la economía y no la economía al servicio del hombre», señaló.
El nuevo académico de honor también advirtió de otro problema que habría que valorar: la relación de los más graves delitos, como el homicidio o el asesinato, con el suicidio, pues ambas conductas pueden tener una raíz común. Para poner freno a todo ello, destacó que la neurociencia supone un nuevo enfoque y abordaje multifacético de la conducta y de los procesos psicológicos, que consideró como el adecuado para un problema plurifactorial como el delito. «El caso de la conducta antisocial-delictiva no debe tratarse exclusivamente desde las categorías jurídicas», concluyó.
Especialista en terapia e hipnosis ericksoniana, el nuevo académico de honor ha escrito obras de referencia como «Conciencia y psiquismo. Análisis neurocientífico de la condición humana». Fue reconocido con la Medalla de Oro al Mérito en las Bellas Artes, fue nombrado miembro de honor de la Sociedad Hipnológica Científica por sus investigaciones sobre psicología de la sugestión y recibió la Medalla de Oro al Mérito Doctoral de la Real Academia de Doctores de España.