La Real Academia Europea de Doctores-Barcelona 1914 (RAED) recordó a sus últimos académicos difuntos en una emotiva Consolatio que se celebró el pasado 20 de marzo en Barcelona. La ceremonia en memoria a los académicos Joaquín Barraquer, Joan Trayter, Josep Llort y Joan Olivé, se inició con un solemne oficio en la cripta de Santa Eulalia de la Catedral de Barcelona presidida por el cardenal y académico de honor Lluís Martínez Sistach en presencia de un nutrido grupo de académicos, familiares y amigos de los homenajeados.

El académico de número y secretario general de la Junta de Gobierno de la RAED, José Luis Salido, rememoró la figura de Joan Trayter, de quien destacó su afabilidad a pesar de los golpes emocionales que había recibido en la vida y el legado que dejó para la ciencia económica y el barcelonismo, su gran pasión. «Joan Trayter encarnaba el espíritu del antiguo maestro de escuela, en el que debían coincidir toda una serie de virtudes y características vocacionales de aptitud, de actitud y aun morales, porque era el primer ejemplo», señaló Salido.

El también académico de número Joaquim Gironella recordó a Josep Llort, quien asumió con entusiasmo los cargos de vicepresidente de la Junta de Gobierno y después de presidente del recién constituido Senado de la RAED. «Fue un hombre recto y gris, en el sentido de un hombre necesario que nunca quiso destacar -señaló Gironella-. Un hombre generoso y con una fuerte capacidad para sobrellevar frustraciones y superar barreras. De trato sencillo y cercano que disfrutaba de interminables conversaciones con amigos y conocidos».

Xabier Añoveros, académico de número y vicepresidente de la Junta de Gobierno de la RAED, destacó la personalidad y la polifacética trayectoria profesional y académica de Joan Olivé. «Fue un hombre poliédrico, que dedicó su vida a la ingeniería en su doble vertiente de proyectista y profesional a pie de máquina en distintas e importantes empresas del sector, y desde su retiro de la vida activa laboral, historiador y cooperante social. Sin olvidar su pasado como gimnasta que acompañó al mítico Joaquín Blume en los Juegos Olímpicos de Helsinski en 1952», destacó.

Especialmente emotivo fue el recuerdo que el académico de número Rafael Barraquer tuvo para su padre, Joaquín Barraquer, a quien quiso dedicar las palabras que él siempre había tratado de imprimir en sus hijos: paz, serenidad y amor. Más allá de su fundamental dimensión científica, que permitió notables avances en el campo de la oftalmología, Barraquer quiso destacar la labor social que su padre siempre impulsó al frente de su clínica.